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Cuentos para pensar

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Cuentos para pensar - Página 8 Empty Re: Cuentos para pensar

Mensaje  Paula Lun Ene 28, 2013 9:53 pm

Recuerdos de la vida

Tengo muchos recuerdos de mi padre y de cómo crecí a su lado en nuestro departamento junto a las vías del tren elevado. Durante veinte años oímos el rugido del convoy cuando pasaba por la ventana de su dormitorio.

De noche, tarde, papá esperaba solo en las vías el tren que lo llevaba a su empleo en la fábrica, donde trabajaba en el turno de medianoche.

Esa noche en particular, esperé con él en la oscuridad para despedirlo. Su rostro estaba triste. Su hijo menor, es decir yo, había sido reclutado. Le tomarían juramento a la mañana siguiente a las seis, mientras él estaba en su máquina de cortar papel en la fábrica.

Mi padre había hablado de su rabia. No quería que “ellos” se llevaran a su hijo de sólo diecinueve años, que nunca había bebido o fumado un cigarrillo, a pelear en una guerra en Europa. Puso sus manos en mis delgados hombros.
-Ten cuidado, Jorge, y si alguna vez necesitas algo, escríbeme y me ocuparé de que lo consigas.

De pronto oímos el rugido del tren que se aproximaba. Me abrazó con fuerza y me besó suavemente en la mejilla. Con los ojos llenos de lágrimas murmuró:
-Te quiero, hijo mío.

Entonces llegó el tren, las puertas lo encerraron dentro y desapareció en la noche.
Un mes más tarde, a los cuarenta y seis años, mi padre murió.

Tengo setenta y seis en el momento de sentarme a escribir esto. Una vez oí a Pete Hamill, el periodista de Nueva York, decir que los recuerdos son la mayor herencia de un hombre, y tengo que coincidir con él. Sobreviví a cuatro invasiones en la Segunda Guerra Mundial. He tenido una vida llena de todo tipo de experiencias.

Pero el único recuerdo que permanece es el de aquella noche en que mi papá me dijo:
“Te quiero, hijo mío”
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Mensaje  Paula Lun Feb 04, 2013 12:08 am

La felicidad
Erase una vez, un anciano maltrecho llamado José y con las consecuencias naturales de la edad. Vivía en una choza muy humilde y apenas le alcanzaba lo que tenía para llevarse un pan a la boca. Un día, conoció de manera casual, a una niña llamada Miranda, quien siempre pasaba por el frente de su choza para ir al colegio.

La niña lo vio un poco enfermo, sentado en una vieja banca. Le compartió su almuerzo al pobre hombre y le preguntó por qué vivía de esa forma y si no tenía quien lo cuidase.

El anciano le respondió:
-Mira niña, ya a mi edad la gente piensa que soy inservible, que soy un estorbo, pero si supieran tan sólo el treinta por ciento de lo que yo se y de lo que yo he vivido, se darían cuenta que los ancianos tenemos mucho para dar. Por ejemplo, la gente no es feliz porque busca en banalidades la felicidad.
Te lo explicaré mejor –agregó.
- La gente sufre porque la olla del guisado se tira, porque el día está nublado, porque tiene que ir a trabajar. La gente se la pasa sufriendo porque buscan en el lugar equivocado la felicidad. Por eso, niña, te digo que tu no busques la felicidad en todo aquello que tus ojos puedan ver, sino que la busques en donde la gente nunca ha buscado y eso es dentro de cada uno. Si tu buscas la felicidad dentro de ti, ten por seguro que la encontrarás y nunca se irá de ti. Además, cuando la encuentres –como yo la he encontrado- no necesitarás nada más que un pan para llevarte a la boca. Además, cuando encuentres la dicha dentro de ti, lo demás llegará por añadidura.

Entonces Miranda quedó por un momento pensando en las palabras del anciano. Se levantó, le dio un beso en la mejilla y le dijo:
- Gracias, nos veremos mañana, me voy a buscar la felicidad.

Autor: Pedro Mario López Juárez
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Mensaje  Paula Lun Feb 04, 2013 12:10 am

La soledad del azul

Miro al mar desde mi antigua habitación. Su visión me trae recuerdos. No sólo imágenes: también voces, olores…, largos silencios.

Siempre ocurría igual: cada vez que empezaba a acostumbrarme a un lugar, a la empresa de mi padre le salía un nuevo trabajo en otra ciudad que nos obligaba a mudarnos. Al contrario de lo que sucedía con mis hermanos, que se llenaban de alborozo con cada nuevo traslado, aquello era para mí motivo de abatimiento y pesar, pues atrás se quedaban los incipientes amigos hechos con gravedad infantil que no llegaría verdaderamente a conocer. Como la maestra que, a pesar de conocer mi mal oído para la música, accedió a mis ruegos y armándose de paciencia me enseñó a dar las primeras notas al piano. O el panadero manco de la tahona frente a una de nuestras casas, al que le gustaba relatar historias de caballería que yo escuchaba abstraía mientras jugueteaba con un trozo de masa; masa a la que tras darle forma extraña después me cocería para merendar y en la que previamente habría escondido en su interior algo con lo que siempre lograba sorprenderme.

También, de aquel compañero de colegio de timidez extremada que me seguía a donde fuera como un perrillo faldero, con el que nunca llegué a intercambiar una palabra ni tan siquiera para agradecerle los especiales regalos que me dejaba en el cajón del pupitre, como la pequeña rana de intenso verde jade o el pequeño erizo que sería mi compañero más preciado en los siguientes años. Amigos que se fueron quedando por el camino, que dejaron un profundo vacío en mi interior, pero también los recuerdos imborrables que me acompañarían a lo largo de la vida.

El traslado que más me marcaría lo sufrí cuando acababa de cumplir los diez años y lo recuerdo porque aquella fue una época llena de cambios. En esta ocasión nos mudamos a una ciudad costera en donde tuve mi primer contacto con el mar.
Era aquella una tierra extraña tanto por su paisaje, siempre tan verde como solo lo eran los campos de trigo mucho antes de la recolecta, como por su gente, desconfiada y retraída aunque de hablar melodioso que se me hacía difícil de seguir. Esa vez mis padres no eligieron una casa en el centro de la villa como tenían por costumbre; aprovechando que mi madre se había sacado el carnet y podría llevarnos al colegio en el coche que mi padre le había regalado, alquilaron una casa a las afueras. Justo al borde mismo del mar.

La casa también me resultó extraña. Sin duda, era la más bonita de todas en las que hasta entonces había vivido, pero había algo en su presencia que me resultaba inquietante. Tal vez fuera su aislamiento que le procuraba un aire melancólico rodeado de misterio. No sabría decir el porqué, pero yo la sentía como si tuviera vida propia y fuera ella en vez de nosotros quien nos habitaba.

Tenía dos escaleras paralelas con seis peldaños cada una que conducían al rellano de entrada, y esto que en un principio me pareció un absurdo, pronto me fue desvelado su razón de ser. Comprendí que una era para subir y la otra para bajar, complementando un círculo entre el exterior y la casa que no debía romperse. Nadie comprendió mi terquedad de que así tenía que hacerse y las escaleras fueron usadas indiscriminadamente. Cuando tocó abandonar aquel lugar cuatro años más tarde, yo bajé por el tramo que siempre había usado para acceder. No fue una equivocación; a mi modo de pensar dejaba en el interior de aquella casa una parte de mí que algún día me obligaría a regresar para recuperarla.

Pero si la tierra, las gentes y la casa me eran extrañas, más aún resultó serlo esa gran masa de agua con sus constantes cambios de humor con el que inmediatamente me sentí identificada.

El mar acaparó toda mi atención. Me podía pasar horas enteras mirándolo embelesada, fascinada por su poder y grandeza así como por la inmensa soledad que podía intuir bajo su superficie. Algunas mañanas me sorprendía con su azul liviano. Otras, con el intenso plomizo desesperado que se alojaba en mis entrañas. Cuando se me mostraba así sabía que no tardaría en desaparecer el extraño silencio que precedía a la furia y la rabia. Se me antojaba entonces como un toro bravo escornándose una y otra vez contra el burladero queriendo escapar de una suerte que ya estaba echada.

Volví. Regresé para recuperar esa parte de mí cuando mis cabellos se pintaron albos. Aunque deshabitada desde hace años, la casa aún guarda esa belleza de triste melancolía que siendo adolescente me cautivó, aunque ahora la hiedra cubre sus muros hasta ahogarla. He empezado a desbrozar las paredes solo para descubrir que las raíces están muy arraigadas y que al desprenderlas dejan al descubierto feas cicatrices que ya no duelen. El rumor de las olas acompaña acompasado al latir del corazón, que aunque viejo late con fuerza. Desde mi antiguo cuarto miro el mar, que inamovible está ahí, permanente y rabioso. Su soledad de entonces, inútil como la de ahora; también inútiles mis esperas en la playa solitaria, mirando tenazmente ese azul que desde que tengo memoria siempre me acompaña

Autor: Mariav



Última edición por Paula el Miér Mar 27, 2013 8:39 am, editado 1 vez
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Mensaje  Paula Lun Feb 04, 2013 12:13 am

La voz de un instante

Escuchar mis palabras retumbar contra mi cráneo, a mí, particularmente, no solía hacerme mucho bien. Siempre me han dicho que pienso demasiado las cosas, que por culpa de eso perderé muchas oportunidades, dejaré escapar muchos trenes. Lo peor es que en el momento exacto que me lo dicen, lo reconozco indefectiblemente. Y en tono jocoso suelo contestar cosas como “- Es que tengo mucho mundo interior” …

Pero entonces llego a mi casa, y mientras el silencio me acaricia las mejillas y la oscuridad de las tardes de invierno me hipnotiza, yo me pierdo irremediablemente en mil pensamientos demasiado complicados -o demasiado estúpidos, depende cómo se mire – como para encontrar palabras que lo expliquen. Recuerdos me asaltan sin querer, recuerdos que ojalá no tuviese porque….

STOP.

El silencio se ha interrumpido por una voz aterciopelada. Mis pensamientos me abandonan. Mis recuerdos se esfuman.
Decido seguir el rastro de aquellas palabras. Son recitadas, leídas en voz alta, seguramente para otros oídos que la estén escuchando con atención. Proviene de la sala de estar. Me asomo desde la puerta de mi cuarto y pongo todos mis sentidos en captar cada palabra. Cierro los ojos y los aprieto con fuerza, no sé si será verdad que los ciegos desarrollan un oído prodigioso, pero desde luego lo hago con toda la intención de centrarme única y exclusivamente en esa voz.

Comienzo a dar pequeños pasos hacia la voz. Sigo con los ojos cerrados, así que instintivamente mis manos van unos centímetros por delante de mi cuerpo y se arrastran por las paredes del largo pasillo mientras avanzo poco a poco. Algo me impide hacer ruido. Seguramente porque un ruido distinto de la voz y del silencio de fondo que mece la melodía, haría que aquella garganta ajena se cerrase y mataría tan dulce armonía hablada.

Entonces abro los ojos.

Es mi madre, quién si no. La miro desde el quicio de la puerta. No sabría decir si sabe que estoy allí, o si tan sólo me intuye. Esto último seguro, la conozco. Inevitablemente sonrío al pensar en ello.

Ella es la que lee a mi padre, que de tan relajado que está a duras penas logra sostener los párpados arriba. Sus ojos perdidos me dicen que está muy lejos de aquí, en un mundo muy lejano y muy distinto a este. Qué suerte la suya. De la mano de mi madre, los dos caminan también juntos, como aquí, por los mundos boreales.

De repente soy consciente de cuánto extrañaré esta imagen cuando no la tenga. De las veces que entonces la imaginaré, logrando así, como quien no quiere la cosa, apartar algunos otros pensamientos que seguramente no valgan la pena; no más que el recordar este instante.

Sí, creo que todavía esta escena se repetirá muchas tardes, y podría escribirla una y mil veces. También sé que habrá días en que me pierda la estampa, que ni tan siquiera caiga en ella. Y sí, creo en la certeza absoluta de quien dijo alguna vez que no somos conscientes de cuán importante es un momento, hasta que nos alejamos en el tiempo de él, y un día echamos la vista atrás y lo miramos. Y lo vemos tan claro. Ese algo que nos marcó, y que en cierta forma nos hace ser quienes somos. En mi caso, aquella voz de un instante.

Autor: Shibami



Última edición por Paula el Jue Mar 28, 2013 12:43 am, editado 1 vez
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Mensaje  Paula Lun Feb 04, 2013 12:19 am

El queso número 8

Con la mirada perdida en el horizonte y apoyado en el muro de piedra que delimitaba la propiedad, Francisco soñaba despierto, conservando en su espíritu esa ingenuidad que solo poseen los niños.

Desde que naciera, vivía en Aloños, una apacible localidad del Municipio de Villacarriedo, en Cantabria, bajo clima suave y húmedo, con frecuentes lluvias en primavera y otoño. A su paso, el río Junquera atraviesa El Hayal, un bosque de hoja caduca.

Moraba en la misma casa que, allá por el siglo XVIII, edificaran sus antepasados Construida sobre sólidos mampuestos, revestida de pieza caliza y cubierta de lastras pizarrosas, las reformas la convirtieron en una amplia y acogedora construcción de tres alturas.

La planta baja quedaba destinada a cuadra para animales, a la cual se entraba franqueando una enorme puerta de madera.
Francisco aún criaba vacas de raza frixona, las conocidas como “pintas”. El hombre sentía inclinación por la más vieja de ellas, a la que llamaba cariñosamente “Margarita”. Amén de entretenimiento, le garantizaba la leche fresca de cada día. “Canelo”, el perro pastor, unos cuantos terneros lechales y las gallinas ponedoras, completaban la compañía.
Subiendo una escalera de peldaños enlosados, ascendíase al segundo piso, dedicado a vivienda. Para aumentar la luminosidad interior, se había ampliado el hueco de los ventanales.

La planta tercera hacía las veces de desván, donde se amontonaban los trastos y los utensilios inservibles.
Entre las muchas habilidades de Francisco, destacaba su destreza como carpintero; tallaba en madera toda clase de muebles y albarcas, o elaboraba mangos y astiles para los aperos de labranza.

Aficionado a caminar, practicaba senderismo, curtiéndose en el campo y admirando el espectacular hayedo que, en la sombría, guardaba el evocador encanto de los cuentos de hadas. Sensible y novelero, evocaba épocas de zagal, cuando soñaba ser un príncipe montado en blanco corcel, que rescataba a la hermosa princesa del castillo, tras derrotar a la diabólica bruja que hechizó su reino.

Aunque de carácter romántico, nunca llegó a casarse. Debido a su timidez, le faltaron arrestos para declararse a Clara, la muchacha rubia que vivía en la heredad colindante.

En consecuencia, la que fuese el amor platónico de su vida terminó casándose con el panadero del pueblo; y tuvieron una hija, a la que buen hombre siempre quiso como suya.

Pasó el tiempo y la niña se convirtió en bella y agraciada mujer, que contrajo matrimonio con un joven de la capital al que auguraban gran futuro.

Clara murió, inesperadamente, a causa de un infarto. A Francisco se le desgarró el corazón, y hundido en el último banco de la iglesia parroquial, lloró sin consuelo. Tanto era su dolor espiritual que sentíase el propio viudo, a pesar de no haber compartido con la amada ni un solo beso.

A las pocas semanas murió el marido de la finada; de pena, según dijeron.

Francisco consumía los días atendiendo a sus animales, a quienes consideraba confidentes y amigos.

Al cabo de dos años del fallecimiento de sus vecinos, Daniela, la hija de éstos, embarazada de siete meses, regresó al pueblo acompañada del esposo. Tenían intención de acondicionar la vivienda familiar, para utilizarla en los veranos.

La pareja pasaba largas veladas junto a Francisco, recordando reminiscencias de antaño, al calor de la lumbre. El buen hombre, ilusionado como si de un abuelo primerizo se tratase, construyó una preciosa cuna en madera de haya, con barrotes torneados, destinada al bebé que nacería. Le pondrían de nombre Francisco, en su honor. Al enterarse, lloró emocionado.
Por desgracia, Paquito vino al mundo con el fémur fracturado. Después de practicar varios estudios y realizar pruebas genéticas, le diagnosticaron osteogénesis imperfecta, lo que comúnmente se conoce como “huesos de cristal”.

Los progenitores de la criatura contaron al anciano en qué consistía la dolencia del niño:
- Es un mal genético que afecta al sistema óseo – explicó el padre -. Los genes encargados de generar el colágeno están defectuosos, y no lo producen en cantidad y calidad suficiente para que el calcio se fije en los huesos.
Ocultaron decirle que la enfermedad era muy severa.

Francisco no entendía de medicina; menos aún de dolencias raras, pero le había quedado claro que la criaturita requería un tratamiento específico.

El niño presentaba baja talla, cabeza algo grande y triangular, columna vertebral curva y esclerótica azul.
Cuando llegaron por primera vez a Getafe, Paquito tenía mes y medio, y el pronóstico fue descorazonador. No obstante, el médico intentó infundirles ánimo.
- A base de constante atención y mimos, podría vivir y llegar a disfrutar una existencia de calidad media – pronosticó el doctor.

Daniela y Miguel se aferraron a las últimas palabras del especialista.

Corría lento el tiempo.

Con apenas tres años de vida, Paquito ya había sufrido seis fracturas en las piernas. Sus padres decidieron irse a vivir al pueblo; el aire, el sol y la tranquilidad del campo le vendría bien a la familia.

Francisco le construyó al crío un caballo balancín, con el que ambos pasaban las horas jugando. Una singular empatía surgió entre el pequeño y el anciano, a quien el infante consideraba “su yayo”.

Cada trimestre, Paquito acudía al Hospital Universitario de Getafe, punto de referencia en España para estos enfermos. Allí le practicaban tratamientos intravenosos que evitasen la quiebra de sus huesos.

Además, iba todas las semanas al fisioterapeuta, en Santander, para realizar ejercicios específicos.

Animado por un programa de televisión, en el que se hablaba de una marcha solidaria que ayudase a recaudar fondos dedicados a investigar y combatir la enfermedad como la que afectaba al niño, Francisco tuvo la que consideró “brillante idea”: obtener dinero con la organización de un concurso de quesos de nata.

Sin pensarlo dos veces, a la mañana siguiente acudió al despacho del rector municipal. El señor alcalde, conmovido por tan altruista proyecto, prometió que se celebraría el segundo domingo de julio, dentro del programa de fiestas de la Virgen de la Soledad, Patrona del lugar.

La mayor parte de los vecinos del ayuntamiento apoyaron la iniciativa, e inscribiéronse para participar. El premio estaba dotado con 3.000 euros.

Paquito era despierto y, no obstante sus males, rebosaba energía. Entusiasmado por el proyecto del abuelo, quiso colaborar en la elaboración del queso.

Conociéndole a fondo, el viejo le animaba.
- ¡Ven, Paquito! Verás cómo ordeño – y de seguido se dirigió al vacuno, creyendo, acaso, que pudiera oírle. Quién sabe si le entendía -: Vamos, “Margarita”, hoy tienes que ser más productiva y generosa que nunca.

A Francisco le gustaba ordeñar en el exterior, fuera del establo, en sitio limpio y ventilado, y sin la presencia de animales que pudieran entorpecer la labor o incordiar, en particular los perros.

Colocó el radiocasete en un poyo próximo a la cuadra y, sirviéndose de una alargadera, lo conectó al enchufe de la corriente eléctrica.
- Dicen que con la música las vacas dan más leche – comentó.
- Yayo, quiero ayudarte – pidió el pequeño.
- Bien, acércate despacio. En cuanto acabe de estimular a “Margarita”, te dejaré coger sus ubres.

Al poco rato, el hombre cubrió la manita del niño con la suya y juntos comenzaron la faena.
Paquito reía feliz, y exclamaba:
-¡Ya sé ordeñar!

Cualquier actuación merecía la pena si contribuía a arrancar la inocente sonrisa del querubín.
- Ahora, siéntate de nuevo en la silla y abre la boca – sugirió Francisco.
El crío obedeció. De inmediato, el abuelo dirigió una de las tetas de la vaca hacia el rostro del pequeño y, al apretarla, un chorro de líquido templado y sabroso salpicó la cara de Paquito, que abría la boca. El yayo bromeaba, moviendo el pezón a conveniencia.
Los dos rieron, divertidos.
- Vamos a fabricar el mejor queso de nata del mundo; artesano, como manda la tradición – prometió el anciano -; pero no podemos olvidar que, para obtener buena calidad, la leche ha de estar libre de impurezas y presentar bajo contenido bacteriano. Así, quien ordeña debe tener las manos lavadas, los dedos sin anillos y las uñas recortadas.
- ¿Cómo se hace el queso? – preguntó el niño.
- La primera noticia al respecto figura recogida en el cartulario de Santo Toribio de Liébana, del año 962. Se elaboraban de modo artesanal – respondió Francisco, para continuar hablando -. El procedimiento de fabricación del queso comienza con la obtención de la leche y termina en la maduración. En medio tendremos las fases de coagulación, salado, moldeado y prensado, aplicándose las prácticas de volteo y limpieza que sean necesarias.
- ¿Qué más?
- Pues…, que la coagulación se logra con cuajo químico, mediante enzimas, o del cuajar del estómago de los animales rumiantes; por ejemplo, el de los propios terneros lechales.
- ¿Cuánto pesa un queso?
- Los quesos de nata se preparan en moldes estandarizados. Por consiguiente, dependiendo de los que utilicemos resultará el peso de cada pieza, que suele oscilar entre 400 gramos y 3 kilos, aproximadamente. En todo caso, se trata de un producto lácteo con corteza blanda, cremoso y sólido.
Mientras llevaba a cabo las diferentes fases de elaboración del que se presumía exquisito manjar, fue dando explicaciones al niño hasta donde creyó que podía alcanzar la comprensión de éste:
- Hay que cortar la cuajada en granos de cinco milímetros, y calentarla para que alcance 34 grados de temperatura – y añadió -: A continuación echaremos la sal muera, y después haremos el moldeado.
Eligieron moldes de diferente forma y tamaño; unos redondos, más pequeños, y otros rectangulares. Paquito los rellenaba con la ayuda del yayo.
Preparando el prensado, Francisco manifestó:
- Conviene que lo dejemos actuar un tiempo prudencial, pero la prensa debe ser constante. El prensado consiste en transformar las partículas de cuajada en una masa compacta, de superficie firme, eliminando el suero. A la vez, se proporciona textura al queso.
- ¿A qué hora vengo mañana?
- Cuando quieras, te estaré esperando. Desayuna fuerte.
- Hasta mañana, yayo.
- Adiós, pequeñín.

Al día siguiente, temprano, Paquito se presentó a la cita convenida, cogido de la mano de su madre.
- ¡Yayo!, ¡yayo!, ya estoy aquí – anunciaba a gritos, desbordado de entusiasmo.
- Buenos días, hijo – contestó Francisco, que esperaba impaciente la visita del niño.
- Yo me voy, no quiero interrumpiros - dijo Daniela.
- Adiós, mamá.
- No te preocupes, mujer. Le traeré de regreso antes de la hora de dormir.
- Ten precaución con los movimientos que haga Paquito.
- Pierde cuidado. No permitiré que corra riesgos.
Al quedarse solos, se miraron como suelen hacerlo los cómplices.
El crío inquiría, preso de curiosidad:
- ¿Qué hacemos?
- Sígueme.
Caminaron hasta el lugar donde reposaban las piezas, las cogieron una a una y las voltearon para proceder a su limpieza.
- Ahora aguardaremos a que maduren al menos durante siete días. La maduración desarrolla gran cantidad de aromas y sabores.
- De acuerdo – asintió el pequeño -, pero se hará muy largo.

El resto de la jornada discurrió entre juegos y desenfadada conversación. Paquito sorprendía al anciano con sus ingenuos y profundos comentarios. Y el viejo le escuchaba, perplejo, sin perderse palabra de lo que el niño decía.
- El queso de nata de Cantabria – explicaba el hombre – no lleva aditivos, ni ninguna clase de materia grasa, incluida la mantequilla. Por eso conlleva y ostenta la denominación de origen protegida.

Pasada la semana de maduración, los quesos alcanzaron el punto deseado.
- Éste, que es el más hermoso, lo elegiremos para competir – decidió Francisco, seleccionando una pieza de buen tamaño -. El resto los pondremos a la venta.

La noche anterior a tan esperado evento, Paquito apenas pudo conciliar el sueño; la emoción y la impaciencia lo impidieron. Se levantó con la luz del alba.
Todo estaba listo. Miguel, el papá del niño, les acercaría al mercadillo, transportado en su coche la valiosa mercancía.
Prepararon esmeradamente el puesto que les había correspondido en el mercado, en el que ofrecían la degustación del queso, presentándole solo o acompañado de miel virgen, mermelada de manzana, dulce de membrillo, nueces y otros.

Con particular desparpajo, el niño comentaba a los degustadores las excelencias del queso en todas sus especialidades: para saborearlo en tabla, de postre o como ingrediente de diferentes recetas culinarias. Remataba la locuacidad con el consabido refrán: “Tres ges tiene el buen queso: grande, graso y grueso”.
La dulzura y el encanto del crío cautivaron al público asistente.

Un experto jurado, formado por miembros de la Cofradía del Queso de Cantabria, degustó las piezas expuestas a concurso, que sumaban más de cien.

Cada queso tenía clavada una referencia en la corteza superior, lo que garantizaba el anonimato, siendo el número 8 la designada para Paquito y su abuelo.
- Yayo, ¿has estado en Madrid? – preguntó el pequeño a Francisco.
- No, no he salido de Cantabria nunca – reconoció éste.
- Si obtenemos el premio, vendrás conmigo cuando tenga que volver a Getafe. Mamá y papá me prometieron que la próxima vez que vayamos pasaremos un día en la capital de España, para conocer El Retiro y el Museo de Cera.
- Sí, cariño, te acompañaré encantado – accedió el anciano, acariciándole con ternura.

Tras larga deliberación, el Presidente del jurado calificador manifestó, solemnemente
- La clasificación ha sido ardua. Reconocemos que todos los quesos presentados tienen excelente calidad. Se aprecia que fueron elaborados con paciencia y esmero, mas hemos de decantarnos por uno de ellos y dar a conocer nuestra decisión. El ganador es…

Paquito y el yayo esperaban expectantes y nerviosos el veredicto. Francisco sentía deseos de apretar la manita del niño entra la suya, pero temía fracturarla si lo hacía.

- Número ocho – oyeron anunciar al Presidente del jurado.

Dando saltos de alegría, exclamaron al unísono:
- ¡Hemos ganado!
- ¡Hemos ganado!

Los asistentes lanzaron, asimismo, gritos de júbilo. Nunca el fallo de un concurso había sido tan bien recibido.

El Presidente hizo entrega a Paquito del cheque que refrendaba el premio obtenido.

El resto de participantes y vendedores decidieron donar todo el dinero recaudado con la venta de sus productos a la lucha contra la osteogenia.

Francisco y el chiquillo agradecían, radiantes de satisfacción, la generosidad popular.

El viejo cogió al crío y le refugió en su pecho. Paquito le rodeó el cuello con sus pequeños brazos.
- Te quiero, yayo.
Francisco sintió, junto a su pecho, latir el corazón de aquel angelito. Entre incontenibles lágrimas, respondió:
- Yo también te quiero, pequeño mío.

Y agradeció al cielo haber recuperado la felicidad gracias al coraje de Paquito, un ángel enfermo, pero lleno de alegría y vitalidad.

Autor: Mª del Mar Gómez Guerra
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Cuentos para pensar - Página 8 Empty Re: Cuentos para pensar

Mensaje  Paula Mar Abr 02, 2013 2:43 am

Acababa yo de salir de una enfadosa conferencia de prensa de un político más mentiroso que el mismísimo demonio. Porque el chamuco debe de ser tan embustero
como un político, o al revés. Y como urgía la nota para la impresión del periódico, me metí a un selecto restaurante; elegí una mesa retirada del bullicio de los demás comensales, y sacando mi computadora portátil (laptop, para expresarlo con elegancia y distinción) me puse a redactar, antes de ordenarle algo al mesero.

Me concentré, para no publicar tantas burradas que había yo escuchado hacía un rato, cuando de pronto sentí una pequeña palmada en la espalda; hice a un lado mi máquina para saber quién se atrevía a interrumpir mi trabajo.
Era un niño, pordiosero el pequeño.

-Señor, ¿me da para comprar pan?
-No tengo –mentí-, para que me dejara en paz.
-¿Entonces por qué entró usted en este lugar? Cobran mucho, son careros.
-Está bien, está bien, pediré que te traigan el pan, pero déjame trabajar.
-Señor, dígales que le pongan mantequilla y jamón.
-Sí, jovencito, pero permíteme seguir en lo mío.

Llegó el mesero, tomó mi orden, y preguntó que si quería yo que echara a la calle al pequeño.

-No, déjelo y traígale lo que quiere. Ah, y un plato de birria, con su jugo de naranja, helado, si me hace favor.

Mientras lo atendían, el pequeño se sentó frente a mí, y me interrogó con sumo interés:
-Señor, ¿qué está haciendo?
-Escribiendo e-mails.
-¿Y qué son los e-mails?
-Mensajes electrónicos enviados por Internet.

Pensé que no había entendido, y para evitar preguntas adicionales, le expliqué:
-Son como cartas, pero que se envían electrónicamente en vez de echarlas al buzón del correo.

-¿Usted tiene Internet?
-Sí; ahora es algo esencial en el mundo.

-¿Y qué es Internet?
-Un lugar en la computadora en donde podemos ver y oír muchas cosas; por ejemplo, noticias, música, conocer gente, leer, escribir, aprender. Tiene de todo, pero es un mundo virtual.

-¿Y qué es virtual?
Decido darle una explicación simple, con la certeza de que poco iba a entender, lo que me permitiría trabajar para luego comer con tranquilidad.
-Virtual, es un lugar que imaginamos, algo que no podemos tocar. Un lugar en donde metemos nuestros sueños y fantasías, transformando al mundo como nos da la gana.

-!Qué bueno! !Me gusta!
-Entonces, ¿has comprendido lo que es virtual?
-Sí, señor, porque también yo vivo en ese mundo.

-¿Tienes computadora?
-No, pero también mi mundo es de sueños. Todo el día se va mi madre a la calle; regresa muy tarde; casi no la veo. Muchas horas me paso cuidando a mi hermano pequeño que llora porque tiene hambre; le doy agua tibia para que piense que es sopa. Mi hermana mayor recorre las calles; dice que para vender su cuerpo, pero no entiendo, porque regresa muy noche, con dinero, oliendo bien feo, y sin haber logrado que le compraran ni una mano, ni siquiera un dedo. Mi papá está en la cárcel desde hace ya tiempo.
Siempre sueño que toda la familia está en casa, que hay comida, juguetes; que yo voy a la escuela para llegar a ser Médico.

Esto es virtual, ¿verdad, señor?

Cerré mi laptop, antes de que una gota de mis ojos cayera sobre el teclado.
Esperé que el niño terminara de “devorar” su plato de birria; pagué la cuenta y le di el cambio al pequeño, que me envió una de las más bellas sonrisas que jamás había recibido en mi vida. Y además, con un “gracias, señor; es usted un maestro”.

Allí, en aquel restaurante, tuve la mayor prueba del virtualismo insensato en que vivimos, y nuestra cruel realidad, que a toda costa tratamos de ignorar

Autor: Volivar
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Mensaje  Paula Mar Abr 02, 2013 2:44 am

Tic tac

Una sonrisa se dibuja inconscientemente en unos labios rajados por el frío del crudo invierno pasado. Unos pasos resuenan sobre el empedrado de la solitaria calle. Ella camina sin dirección fija, ambas manos en los bolsillos de un abrigo que esconde cualquier indicio de su feminidad. Su mente está muy lejos, su vista fija en ningún sitio.

Una mano, ajada y reseca por el trabajo de muchos años, se posa sobre un álbum de recuerdos. Pasa las páginas una a una, contemplando los instantáneos y espontáneos retratos de momentos ya olvidados. Acaricia una imagen, solo una imagen. Tras la ventana, la vida de la ciudad parece detenerse un instante. No es necesario más. El tiempo ya ha pasado. Tic.

Dos pies pequeños que se acercan, se detienen y se alejan. Van contando cada segundo que le queda. Se descalza, se desabriga, se mira reflejada en un cristal sucio de la acera. Apoya las dos manos en el escaparate, y mira el reflejo de sus ojos. Dos ojos llorosos, anhelantes y faltos de fe. Sigue caminando sin dirección fija.

Dos arrugas se dibujan en la piel que no se acuerda. Han pasado los años y tan solo sus dos pies descalzos recuerda. El empedrado de aquella calle, el escaparate sucio en el que reflejaba cada día sus dudas y pasiones. Cierra su álbum de fotos. Sus recuerdos yacen dentro. El reloj le marca incesante el paso del bravío tiempo. Tic. Tac.

Tres lágrimas resbalan por las jóvenes mejillas que continúan recorriendo la calle sin mirar atrás. Ignora las miradas sorprendidas que siguen sus pisadas desnudas. En silencio sigue su camino hacia ninguna parte, sin ningún destino, sin ninguna meta. Duele tanto una despedida.

Tres destellos se filtran por el oscuro ventanal, la ciudad no duerme, ni jamás se detendrá. Se sonríe amargamente, pues ya nada cambiará. Recuerda con cariño todo aquello que ya fue, que no existió, que nunca será. En la noche camina solitaria, desperdigando sus recuerdos en papel por toda la casa. Tic. Tac. Tic.

Cuatro horas tan solo habían pasado, y aún así la soledad ya acechaba. Es breve lo bueno, los recuerdos pesan. No hay marcha atrás, jamás la habrá. Camina sola en la soledad de una calle abarrotada. Sin rumbo, sin meta, sin final.

Cuatro paredes la acogen, tras el paso de los años. Se acabaron los paseos con los pies descalzos. Se superan las despedidas, se conservan fotografías enmarcadas en álbumes de recuerdos. Hace décadas ya que dijo adiós a su sueño. Sus manos ya están cansadas, sus ojos no tienen lágrimas. La vida ha continuado, aunque no fuera como esperaba. El tiempo no es amable, no vuelva atrás, no espera a nadie. Tic. Tac. Tic. Tac.

Cinco años que acaban en una amarga despedida. Se acabaron las sonrisas, los besos y las caricias. Se acabaron los te quiero y el olor dulce de las flores de primavera. Caminando sola solitaria, al final de su camino llega. El adiós ya ha sucedido. El camino solamente hacia delante lleva. Mirar atrás no sirve ya de nada. Secó sus lágrimas, se calzó, se abrigó y continuó el camino. Un rumbo, una meta, un final.

Cinco latidos de un corazón herido y viejo, que se desgasta a cada nuevo embite, a cada segundo que continúa latiendo. No espera a nadie el tiempo. Recoge de nuevo su álbum de fotos, el contenedor de sus preciados recuerdos. Arranca una foto, solo una, y la sostiene entre sus brazos, apoyando la espalda, dejando caer su cabeza repleta de canas y llena de viejos tormentos. Tic. Tac. Tic. Tac. Tic.

Una sonrisa se dibuja un unos jóvenes labios heridos. Una mano se desliza sobre los recuerdos guardados con cariño.

Tic.

Dos pies descalzos que caminan se detienen y, poco después, continúan. Dos arrugas se dibujan al borde de una sonrisa amarga.

Tac.

Tres lágrimas resbalan por las mejillas sonrosas. Tres destellos se filtran despertando un brillo en los ojos mortecinos.

Tic.

Cuatro horas han pasado desde que todo ha ocurrido. Cuatro paredes que albergan el dolor que aconteció.

Tac.

Cinco años que terminan, y se ha de continuar sin mirar atrás. Cinco latidos que terminan, llora ahora la soledad.

Tic.

La joven soñadora dejó de mirar atrás. La anciana recuerda su vida con nostalgia, su soñadora juventud, sentada en su sofá. El tiempo no es amable, y nunca vuelve atrás. Agarran las viejas y cansadas manos la única foto de su único amor. Recuerda mientras sonríe, entre triste y anhelante, las sonrisas, los besos y las caricias. La ciudad afuera vive, avanza y no se detiene. El tiempo nunca para, y menos aún retrocede.

Un latido. Tic.

Dos latidos. Tic. Tac.

Tres latidos. Tic. Tac. Tic.

Cuatro latidos. Tic. Tac. Tic.Tac.

Cinco latidos. Tic. Tac. Tic. Tac. Tic.

Tic.

Tac.

Autor: Enladhern
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Mensaje  Paula Jue Abr 18, 2013 8:08 am

Vive un viejo en mi pueblo que se llama Manuel y fotografía nubes. Hace años sus hijos le regalaron una cámara y cada mañana, cada tarde, lo ves pasear por caminos y sendas recogiendo el testimonio de esas lindas masas de sutil algodón. Hay quienes sostienen que en ocasiones también le han oído gritar al firmamento.

Para Manuel un cielo raso o completamente encapotado representa una maldición. Asimismo le disgusta el viento, que aleja tan deprisa a sus vaporosos modelos. En casa tiene paredes repletas de sus imágenes preferidas, que son decenas. Cuando le preguntan el por qué de su afición, responde que cada nube lleva dentro el alma de alguien. Entonces, señalando algunas de las fotos enmarcadas, comenta: “Mira, en este sencillo cúmulo reconozco a mi madre, en la parte izquierda de aquel estrato se ve el perfil de mi tío Agustín, en ese nimbo viaja mi mujer, que me está diciendo adiós, estos preciosos cirros transportan a mis abuelos…”

La gente del pueblo murmura que sufre demencia senil, aunque yo estoy convencido de que es precisamente el envejecimiento lo que le ha dotado de una sensibilidad especial, de un enigmático pero valioso don. Manuel me ha prestado un libro y me ha prometido que cuando sepa distinguir las diversas clases de nubes me explicará cómo reconocer en ellas a mis familiares y amigos. Estoy deseándolo, para encontrar a Marta y gritarle lo que jamás me atreví a confesarle en vida, gritarle con todas mis fuerzas que la amo.

Autor: Rafael Sastre
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Mensaje  Paula Jue Abr 18, 2013 8:09 am

La tienda de la verdad

El hombre caminaba paseando por aquellas pequeñas callecitas de la ciudad provinciana. Tenía tiempo y entonces se detenía algunos instantes en cada vidriera, en cada negocio, en cada plaza. Al dar vuelta una esquina se encontró de pronto frente a un modesto local cuya marquesina estaba en blanco.

Intrigado se acercó a la vidriera, y arrimó la cara al cristal para poder mirar dentro del oscuro escaparate. En el interior solamente se veía un atril que sostenía un cartelito escrito a mano que anunciaba: "TIENDA DE LA VERDAD".

El hombre estaba sorprendido. Pensó era un nombre de fantasía, pero no pudo imaginar qué vendían. Entró. Se acercó a la señorita que estaba en el primer mostrador y preguntó:

- "Perdón, ¿ésta es la tienda de la verdad?"

- "Sí, señor. ¿Qué tipo de verdad anda buscando, verdad parcial, verdad relativa, verdad estadística, verdad completa?"

Así que aquí vendían verdad. Nunca se había imaginado que esto era posible: llegar a un lugar y llevarse la verdad, era maravilloso.

- "Verdad completa", contestó el hombre sin dudarlo. "Estoy tan cansado de mentiras y falsificaciones", pensó,"no quiero más generalizaciones ni justificaciones, engaños ni defraudaciones".

- "¡Verdad plena!", ratificó.

- "Bien, señor, sígame"

La señorita acompañó al cliente a otro sector y, señalando a un vendedor de rostro muy adusto, le dijo:

- "El señor lo va a atender"

El vendedor se acercó y espero que el hombre hablara.

- "Vengo a comprar la verdad completa"

- "¡Ahá!... perdón, ¿el señor sabe el precio?"

- "No, ¿cuál es?", contestó rutinariamente. En realidad , él sabia que estaba dispuesto a pagar lo que fuera por toda la verdad.

- "Si usted se la lleva", dijo el vendedor, "el precio es que nunca más podrá estar en paz"

Un frío corrió por la espalda del hombre, nunca se había imaginado que el precio fuera tan grande.

- "Gra..gracias, disculpe", balbuceó.

Se dio vuelta y salió del negocio mirando el piso.Se sintió un poco triste al darse cuenta de que todavía no estaba preparado para la verdad absoluta, de que todavía necesitaba algunas mentiras donde encontrar descanso, algunos mitos e idealizaciones en los cuales refugiarse, algunas justificaciones para no tener que enfrentarse consigo mismo.

- "Quizás más adelante", pensó.

Adaptado por Jorge Bucay
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Mensaje  Paula Jue Abr 18, 2013 8:10 am

Marina, Carlitos y el nuevo milenio

Marina y Carlitos estaban preocupados.
Se habían enterado de que se terminaba el segundo milenio y que uno nuevo estaba por comenzar. La palabra milenio parecía representar algo muy importante, por eso, al visitar al abuelo como todos los domingos, le preguntaron:
-Abuelo, ¿es cierto que al próximo milenio lo construirán los más capaces, los más valientes, los mejores entre todos? Por supuesto los chicos pensaban que no sería para cualquiera esa tarea.

El abuelo sonrió, sin contestar, y los invitó a dar un paseo por el bosque.
Mientras caminaban encontraron árboles pequeños, medianos, grandes, delgados, gruesos, altos, bajos, viejos y jóvenes, de diferentes formas y colores. Entonces el abuelo preguntó: ¿Quiénes habrán construido este bosque? ¿Habrán sido los más altos, los más bellos o tal vez los mas jóvenes? Quizás fueron los más valiosos o los más poderosos. Pero para saber quiénes lo hicieron, lo mejor es seguir caminando y observar.

Bajo los árboles más viejos la sombra era tan cerrada que parecía de noche, pero había también espacios soleados. donde crecían los retoños más jóvenes y sitios silenciosos donde descansaban algunos troncos ya secos. Había lugares húmedos a otros resecos.

Algunos sitios resplandecían de belleza y otros eran sombríos y tristes. Agudos chillidos de animales salvajes los sobresaltaban, pero el canto de los pájaros les devolvía la tranquilidad.

El paseo era agradable, pero Marina y Carlitos seguían pensando en el nuevo milenio.
Para descansar se sentaron a la sombra de un árbol añoso y entonces, con voz pausada, el abuelo les dijo: para hacer este bosque fueron necesarios todos los árboles y para construir el próximo milenio serán necesarios todos los hombres. Así como nuevos brotes asoman en los árboles jóvenes y en los viejos, así corno los más grandes cobijan a los más pequeños y las ramas caídas abonan la tierra, así todos tendremos una tarea que cumplir. Los mayores guiando a los jóvenes en los primeros pasos y ellos contagiándonos con su fuerza. Los docentes historiando el pasado, viviendo con sus alumnos el presente y enseñando para el futuro. Todos debemos estar. Los humildes, los poderosos, los feos, los lindos, sin que importe el idioma o el color de la piel. Unidos, echando raíces, así construiremos el nuevo milenio, todos juntos.
Marina y Carlitos se miraron y tomados de la mano del abuelo iniciaron el camino de regreso.

Ahora todo estaba claro. Y esa noche soñaron con el nuevo milenio, que sería, como el bosque, un lugar hecho por todos y para todos.

Autor: Pancho Aquino
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Mensaje  Paula Jue Abr 18, 2013 8:11 am

La bolsa de los sueños

En mi equipaje siempre llevo una bolsa azul llena de sueños, antes era muy grande y pesaba lo que pesa una pluma, ahora más bien pequeña y su peso es de más de un millón de plumas.

No es malo tener una infinidad de deseos sobre lo que uno quiere que ocurra, porque con el paso del tiempo algunos se cumplen dándonos cuenta que no eran tanto sueños, o al menos no eran tan grandes. Otros que no se cumplen pasan a formar parte del olvido ya que según somos más sabios los vemos inútiles.

Según se llega a la senectud y se forjan en la madurez las ideas, uno aprecia los sueños vencidos en el campo de batalla de la vida, otros se muestran inalcanzables a pesar de tenerlos frente a uno.

De los míos aún quedan algunos que puedo cumplir y pocos que mi consciencia me dice que nunca podré realizar, por ellos me debo hacerdor de los posible y evito la futilidad de beber en pozos secos.

Ayer uno de mis sueños más grandes era acompañar al latido de tu pecho el susurro de mis besos, dormir en el nido de tus ideas, ser tu parte más reclamada, ser el nombre que se mezcla en tus letamías cuando amaneces iluminada por un rayo de sol. Hoy ese sueño es mucho más, es la dicha de no dejar la cercanía de otros sueños, de los tuyos.
Así voy por mi camino vital, llevando ágil la bolsa de mis sueños de un lugar a otro, la misma bolsa que antes arrastraba. Acercándome a la hora en la que no tendré que estar despierto para soñar una vez más.
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Mensaje  Paula Jue Abr 18, 2013 8:12 am

Aquel dia….

Y así después de esperar tanto, un día como cualquier otro decidí triunfar... decidí no esperar las oportunidades sino yo misma buscarlas, decidí ver cada problema como la oportunidad de encontrar una solución, decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis, decidí ver cada noche como un misterio a resolver, decidí ver cada día como una nueva oportunidad a ser feliz.

Aquel día descubrí que mi único rival no era más que mis propias debilidades, y que en éstas, está la única y mejor forma de superarnos, aquel día dejé de temer a perder y empecé a temer a no ganar, descubrí que no era yo la mejor y que quizás nunca lo fui, me dejó de importar quien ganara y quien perdiera, ahora me importa simplemente saberme mejor que ayer.

Aprendí que lo difícil no es llegar a la cima, sino jamás dejar de subir.

Aprendí que el mejor triunfo que puedo tener, es tener el derecho de llamar a alguien "AMIGO".

Descubrí que el amor es más que un simple estado de enamoramiento, "el amor es una filosofía de vida".

Aquel día dejé de ser el reflejo de mis escasos triunfos pasados y empecé a ser mi propia tenue luz de este presente; aprendí que de nada sirve ser luz sino vas a iluminar el camino de los demás.

Aquel día decidí cambiar tantas cosas... aquel día aprendí que los sueños son solamente para hacerse realidad, desde aquel día ya no duermo para descansar... ahora simplemente duermo para soñar.
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Mensaje  Paula Lun Mayo 06, 2013 5:54 am

La misma tarea

Tres albañiles estaban desempeñando la misma tarea, cuando un hombre que desde hacía rato los observaba, se acercó a ellos.
El hombre le preguntó al primer albañil:

-¿Qué está usted haciendo?

A lo que el albañil respondió:

-¿Acaso no lo ve? ¡Estoy apilando ladrillos!

Y continuó con su trabajo, después de hacer un gesto molesto, debido a que consideraba que el hombre le había hecho una pregunta tonta y de respuesta obvia.

El hombre repitió la misma pregunta al segundo albañil. La respuesta no se hizo esperar:

-¿No ve que estoy levantando una pared?

El hombre, perseverante, volvió a formular la pregunta al tercer albañil quien también respondió al particular interrogatorio con una amplia sonrisa llena de orgullo, diciendo:

-¡Estoy construyendo el hospital infantil del pueblo!

Del libro Aplícate el Cuento de M. M. Conangla y J. Soler
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Mensaje  Paula Lun Mayo 06, 2013 5:55 am

Hace mucho mucho tiempo, un niño paseaba por un prado en cuyo centro encontró un árbol con un cartel que decía: soy un árbol encantado, si dices las palabras mágicas, lo verás.

El niño trató de acertar el hechizo, y probó con abracadabra, supercalifragilisticoespialidoso, tan-ta-ta-chán, y muchas otras, pero nada. Rendido, se tiró suplicante, diciendo: "¡¡por favor, arbolito!!", y entonces, se abrió una gran puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos un cartel que decía: "sigue haciendo magia". Entonces el niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió dentro del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una gran montaña de juguetes y chocolate.

El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se dice siempre que "por favor" y "gracias", son las palabras mágicas
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Mensaje  Paula Lun Mayo 06, 2013 5:56 am

Compartiendo con cariño...

Y tú te irás borrando lentamente de mi sueño. Un año y otro año caerán como hojas secas De las ramas del árbol milenario del tiempo, Y tu sonrisa, llena de claridad de aurora, Se alejará en la sombra creciente del recuerdo. Yo seguiré soñando mientras pasa la vida, Y quizá, poco a poco, dejaré de hacer versos, Bajo el vulgar agobio de la rutina diaria, De las desilusiones y los aburrimientos. Tú, que nunca soñaste más que cosas posibles, Dejarás, poco a poco, de mirarte al espejo. Acaso nos veremos un día, casualmente, Al cruzar una calle, y nos saludaremos. Yo pensaré quizá: " Qué linda es todavía." Tú quizá pensarás: " Se está poniendo viejo " Tú irás sola, o con otro. Yo iré solo o con otra. O tú irás con un hijo que debiera ser nuestro. Y seguirá muriendo la vida, año tras año, Igual que un río oscuro que corre hacia el silencio. Un amigo, algún día, me dirá que te ha visto, O una canción de entonces me traerá tu recuerdo. Y en estas noches tristes de quietud y de estrellas, Pensaré en ti un instante, pero cada vez menos. Y pasará la vida. Yo seguiré soñando; Pero ya no habrá un nombre de mujer en mi sueño. Yo ya te habré olvidado definitivamente Y sobre mis rodillas retozarán mis nietos. (Y quizá, para entonces, al cruzar una calle, Nos vimos frente a frente, ya sin reconocernos.) Y una tarde de sol me cubrirán de tierra, Las manos para siempre cruzadas sobre el pecho. Tú, con los ojos tristes y los cabellos blancos, Te pasarás las horas bostezando y tejiendo. Y cada primavera renacerán las rosas, Aunque ya tú estés vieja, y aunque yo me haya muerto.

Autor: José Ángel Buesa
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Mensaje  Paula Lun Mayo 06, 2013 5:57 am

El perro sujetado

En un lujoso palacio vivía un brahmino, gobernador de una región y dueño de un maravilloso perro. El animal era corpulento, fiero y de temperamento orgulloso. No era difícil que se enfrentara a otros perros, por lo que casi siempre lo paseaban atado con una correa. Perro y amo eran caracteres jactanciosos merecedores el uno del otro.

Cada vez que el perro se encontraba con otro can, empezaba a tirar de la correa con todas sus fuerzas. Su amo, sin dejar de sujetarlo con determinación, intentaba calmarlo hablándole dulcemente: " no hagas así...déjale al pobrecito tranquilo". También se agachaba y le rodeaba con el brazo como para protegerle mientras que el bravo animal mostraba todo su repertorio de amenazas. Parecía de verdad un perro fiero e implacable. Dado su tamaño y su furor, todos le temían.

Un día, el brahmino encargó a un nuevo sirviente que paseara al perro, pero olvidó advertirle sobre el carácter del animal, quizás dando por hecho que todo el mundo tenía que saber que el perro del brahmino era algo especial. No obstante, para el sirviente, éste era únicamente un perro como muchos, por lo cual ignoraba su excentricidad. Como era previsible, nada más encontrarse en contacto visual con otro can, el animal del brahmino dio rienda suelta a su violento temperamento y, de repente tiró enérgicamente de la correa. El siervo, que no estaba preparado para tal situación, no supo reaccionar adecuadamente y soltó la cinta. El perro perdió ligeramente el equilibrio hacia delante, dándose así cuenta de que no estaba siendo sujetado. Ahora estaba libre de sujeción y que la acción dependía exclusivamente de él, se encontró frente a un dilema: o dar séquito a sus amenazas iniciales empezando la batalla, o evitar la confrontación. El imperioso animal titubeó: al fin y al cabo el otro perro, aún más pequeño, no había dado signos de sumisión y estaba listo para la lucha. "Seguramente -se dijo el noble perro- podría matarle fácilmente, pero si me mordiera, ¿que sería de mi noble aspecto?. No, no merece la pena. Por esta vez le dejaré vivir". Emitió unos gruñidos y volvió donde el servidor.

Una vez en el palacio, el doméstico relató lo ocurrido al brahmino, el cual vislumbró la verdad sobre la naturaleza de su perro y la del hombre y, desde entonces, acostumbró a pasear al animal sin ataduras. No sólo el perro dejó de amenazar a los otros animales, sino que también los súbditos del brahmino vivieron más felices. El perro le había mostrado a su dueño la manera sabia de gobernar
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Mensaje  Paula Lun Mayo 06, 2013 5:58 am

Papa, Yo Quiero Ser Como Tu

Para pensar sobre nuestras prioridades en la vida

Mi hijo nació hace pocos días, llego a este mundo de una manera normal, pero yo estaba de viaje... ¡Tenia tantos compromisos!

Mi hijo aprendió a comer cuando menos lo esperaba, y comenzó a hablar cuando yo no estaba... ¡Como crece mi hijo! ¡Como pasa el tiempo!

A medida que crecía, mi hijo me decía:

- ¿Papa, algún día seré como tu? ¿Cuando regresas a casa, papa?
- No lo se, hijo, pero cuando regrese, jugaremos juntos; ya lo veras.

Mi hijo cumplió diez años hace pocos días y me dijo:

- ¡Gracias por la pelota, papa!, ¿Quieres jugar conmigo?
- Hoy no hijo; tengo mucho que hacer.
- Esta bien papa, otro día será.

Se fue sonriendo, siempre en sus labios las palabras: «Yo quiero ser como tu».

Mi hijo regreso de la Universidad el otro día, todo un hombre. - Hijo, estoy orgulloso de ti, sientate y hablemos un poco.
- Hoy no papa, tengo compromisos. Por favor, préstame el auto para visitar a algunos amigos.

Ahora ya estoy jubilado, y mi hijo vive en otro lugar. Hoy lo llame:

- ¡Hola hijo! ¿Como estas? ¡Me gustaría tanto verte! - le dije.
- Me encantaría, padre, pero es que no tengo tiempo. Tu sabes, mi trabajo, los niños... !Pero gracias por llamar! ¡Fue increíble oír tu voz!

Al colgar el teléfono me di cuenta que mi hijo había llegado a ser como yo...
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Mensaje  Paula Lun Mayo 06, 2013 5:59 am

La moneda de plata

Una monedita de plata había dado la vuelta por todo el país pasando de una mano a otra, y después fue llevada al extranjero, cada vez más lejos de su tierra. En los monederos en que caía durante breve tiempo, encontraba gente interesante: franceses, españoles; unos decían llamarce Marco, otros esterlina... Aquella vida llena de movimiento le gustaba mucho.

Pero un día se sintió ofendidísima:
- "Esta moneda no vale"
-"Es falsa"

Era injustamente acusada sólo porque había acabado en otro continente, donde nadie la conocía.

Desde entonces, todo cambió. Nadie la quería; y si alguien conseguía colocársela a otro, se moría de vergüenza, como si fuera ella la ladrona.

Un día oyó que la recibían con una alegre exclamación:
"Mira, una moneda de mi país, que suerte".

El emigrante la trató con cariño, porque para él la moneda era como un trozo de su tierra. La guardó celosamente y la envolvió en papel de seda para evitar darla por equivocación.

Autor: Hans Christian Andersen
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Mensaje  Paula Lun Mayo 06, 2013 6:00 am

El hombre que quiso detener el mundo

Un día me detuve, así, sin más, simplemente me paré, por extraño que pueda parecer. Primero me sentí extraño y después sentí un vértigo terrible. Todo a mí alrededor iba a una velocidad vertiginosa. La gente nunca se detenía, ni siquiera disminuía su actividad, solo se desplazaba de forma acelerada, como a cámara rápida. Me senté en el suelo, cuando aquello me perturbó tanto que pensé que me iba a caer mareado. Después de eso me pregunté cómo había podido vivir así durante tanto tiempo, y cómo podían hacerlo ellos. Entonces, por primera vez sentí latir mi corazón, y por primera vez tuve consciencia de mí mismo. Por primera vez pude reflexionar sobre mis pensamientos, y tuve tiempo para reconocer lo equivocado que estaba. Por primera vez disfruté de mis sentidos; me sentí afortunado de tener todas esas pequeñas cosas que antes habían pasado desapercibidas. ¡Dios mío! Todos iban tan rápido que era imposible que pudieran sentir nunca lo que yo había sentido en esos momentos. Todo es tan efímero…

Intenté hablar con ellos, de veras que lo intenté, hacerles recapacitar. Ni siquiera me oyeron. Por supuesto, estaban demasiado ocupados para ello. No tuvieron paciencia para oír lo que tenía que decirles. Estaban demasiado enfrascados en sus asuntos particulares, como si vivieran en una especie de perpetua contrarreloj personal, sin tiempo para otra cosa que no fuera superar a su vecino, a su amigo o a su compañero de trabajo. Todo era cuestión de cinética; aceleración, velocidad… Habían vivido siempre así y no sabían actuar de otra forma, aunque no supieran por qué o para qué. Tenían que vivir rápido, consumir la vida, hacer cosas y más cosas, aunque no tuviera sentido o realmente no las quisieras hacer. Para ellos, eso era la felicidad, llevar un ritmo frenético a toda costa. La felicidad de plástico a la que ellos aspiran. O como una vieja gloria dijo en una ocasión: “vive rápido, muere joven…”. Muchos le siguieron y aún algunos lo consiguieron.

Entonces me di por vencido, lo reconozco. Me senté en una esquina y los vi deambular como insectos locos dentro de un espejismo colectivo. Sus caras, sus caras no eran de felicidad, eran de soledad, de vacío, de perplejidad, de hastío… Y me dije: “tienes que volver a intentarlo, tienes que ayudarles a liberarse de todo eso”. Sentía que debía hacerlo, no sé por qué, pero debía intentarlo de nuevo, tal vez porque no quería ser el único que pudiera disfrutar de esa quietud, de esa serenidad, necesitaba compartirlo con otros, y me dije: “volveré a intentarlo de nuevo, pero utilizaré otra forma de hacerlo; me adaptaré a ellos, me pondré a su altura, correré tanto como ellos, viviré frenéticamente, hasta que entiendan, hasta que comprendan que todo puede ser mejor, que necesitamos oírnos a nosotros mismos, oír a los que nos rodean, sentir que nuestro corazón late dentro de nosotros, y después nos detendremos, suavemente, gradualmente; lo haremos, y podremos disfrutar de compartir ese estado tan sencillo como intuitivo, esa capacidad para expandir nuestras almas, para sentir la paz de esos innumerables pequeños instantes… Así que me dispuse a hacerlo. Y, al principio me costó bastante, me refiero a hacerme de nuevo un ser veloz e insustancial. Me había convertido en un ser lento y no conseguía igualarlos, pero me esforcé mucho, y cuando estaba a punto de desfallecer recordé eso de dejarme llevar por la corriente, de deslizarme sobre la cresta de la ola y conseguí de nuevo la velocidad de crucero necesaria, pero dio igual porque tampoco me escucharon. Mi mensaje no era popular, y me miraron con ojos desorbitados, y se rieron y algunos me preguntaban si estaba loco y entonces me dieron un empujón para impulsarme aún más y la vorágine de la brevedad me devoró las entrañas y ahora que quiero detenerme de nuevo me doy cuenta que ya no soy capaz de hacerlo, que mi cuerpo apenas me obedece, que se resiste a parar, que me voy transformando de nuevo en un ser efímero y trivial, y, con terror contemplo que mi cuerpo se tensiona, que mi alma se contrae, que mis sentidos se embotan, que mi mente se distorsiona, que estoy volviendo a ser como ellos, un adicto a lo momentáneo, a lo insustancial, a lo superfluo…

Y en un último intento grité con fuerza: “¡Por favor, paren el mundo!” “¡Párenlo, que quiero bajarme de él…!” Pero el autobús no se detuvo, nunca lo había hecho en esa parada…

Autor: Francisco Sánchez
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Mensaje  Paula Lun Mayo 06, 2013 6:00 am

La joven del bello rostro

Había una vez una joven de origen humilde, pero increíblemente hermosa, famosa en toda la comarca por su belleza. Ella, conociendo bien cuánto la querían los jóvenes del reino, rechazaba a todos sus pretendientes, esperando la llegada de algún apuesto príncipe. Este no tardó en aparecer, y nada más verla, se enamoró perdidamente de ella y la colmó de halagos y regalos. La boda fue grandiosa, y todos comentaban que hacían una pareja perfecta.

Pero cuando el brillo de los regalos y las fiestas se fueron apagando, la joven princesa descubrió que su guapo marido no era tan maravilloso como ella esperaba: se comportaba como un tirano con su pueblo, alardeaba de su esposa como de un trofeo de caza y era egoísta y mezquino. Cuando comprobó que todo en su marido era una falsa apariencia, no dudó en decírselo a la cara, pero él le respondió de forma similar, recordándole que sólo la había elegido por su belleza, y que ella misma podía haber elegido a otros muchos antes que a él, de no haberse dajado llevar por su ambición y sus ganas de vivir en un palacio.

La princesa lloró durante días, comprendiendo la verdad de las palabras de su cruel marido. Y se acordaba de tantos jóvenes honrados y bondadosos a quienes había rechazado sólo por convertirse en una princesa. Dispuesta a enmendar su error, la princesa trató de huir de palacio, pero el príncipe no lo consintió, pues a todos hablaba de la extraordinaria belleza de su esposa, aumentando con ellos su fama de hombre excepcional. Tantos intentos hizo la princesa por escapar, que acabó encerrada y custodiada por guardias constantemente.

Uno de aquellos guardias sentía lástima por la princesa, y en sus encierros trataba de animarle y darle conversación, de forma que con el paso del tiempo se fueron haciendo buenos amigos. Tanta confianza llegaron a tener, que un día la princesa pidió a su guardián que la dejara escapar. Pero el soldado, que debía lealtad y obediencia a su rey, no accedió a la petición de la princesa. Sin embargo, le respondió diciendo:
- Si tanto queréis huir de aquí, yo sé la forma de hacerlo, pero requerirá de un gran sacrificio por vuestra parte.

Ella estuvo de acuerdo, confirmando que estaba dispuesta a cualquier cosa, y el soldado prosiguió:
- El príncipe sólo os quiere por vuestra belleza. Si os desfiguráis el rostro, os enviará lejos de palacio, para que nadie pueda veros, y borrará cualquier rastro de vuestra presencia. Él es así de ruin y miserable.
La princesa respondió diciendo:
- ¿Desfigurarme? ¿Y a dónde iré? ¿Que será de mí, si mi belleza es lo único que tengo? ¿Quién querrá saber nada de una mujer horriblemente fea e inútil como yo?
- Yo lo haré - respondió seguro el soldado, que de su trato diario con la princesa había terminado enamorándose de ella - Para mí sois aún más bella por dentro que por fuera.

Y entonces la princesa comprendió que también amaba a aquel sencillo y honrado soldado. Con lágrimas en los ojos, tomó la mano de su guardián, y empuñando juntos una daga, trazaron sobre su rostro dos largos y profundos cortes...

Cuando el príncipe contempló el rostro de su esposa, todo sucedió como el guardían había previsto. La hizo enviar tan lejos como pudo, y se inventó una trágica historia sobre la muerte de la princesa que le hizo aún más popular entre la gente.

Y así, desfigurada y libre, la joven del bello rostro pudo por fin ser feliz junto a aquel sencillo y leal soldado, el único que al verla no apartaba la mirada, pues a través de su rostro encontraba siempre el camino hacia su corazón.

Autor.. Pedro Pablo Sacristán
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Mensaje  Paula Lun Mayo 06, 2013 6:01 am

El tren de la Vida...

Un tren avanza espléndido y veloz, hacia su destino. Corta los campos como una flecha. Penetra las montañas. Traspasa los ríos. Cruza las ciudades, se desliza como una serpiente mecánica, sin obstáculos. Su forma, su color, su velocidad: todo a la perfección.

Dentro del convoy tiene lugar el desarrollo de un drama: el drama de la humanidad. Gente de toda raza. Gente que conversa y gente que calla. Gente que trabaja y gente que dormita. Gente que contempla el paisaje. Gente que negocia, preocupada. Gente que nace y gente que muere. Gente que ama y gente que odia secretamente. Gente que discute la dirección del tren: ¡el convoy tomó una dirección equivocada! Gente que cree haberse confundido de tren. Gente que protesta incluso, contra el tren mismo: ¡No debiera haberse construido ningún tren, puesto que…! Gente que proyecta trenes más rápidos. Gente que acepta el tren agradecida, disfrutando y celebrando sus ventajas. Gente que no se hace problema: sabe que llegará a su destino. ¿Por qué preocuparse? Gente que corre nerviosa, hacia los vagones de cabeza: ¡quisiera llegar más aprisa! Gente contradictoria, que va en dirección opuesta a la del convoy, caminando absurdamente hacia el vagón de cola: ¡quisiera huir del tren!

Y el tren sigue corriendo, impasible, hacia su prefijado destino. Transporta pacientemente a todos, sin distinguir entre el amargado y el comprometido. Ni deja tampoco de transportar gentilmente a sus contradictores. A nadie se le niega. Y a todos ofrece la oportunidad de realizar un viaje espléndido y feliz, así como la garantía de llegar a la ciudad del sol y del descanso.

El viaje es gratis para todos. Nadie puede salir ni evadirse. Se vive dentro del tren. Y ahí es donde se ejercita la libertad: se puede ir hacia adelante o hacia atrás. Cabe modificar los vagones o dejarlos intactos. Se puede disfrutar del paisaje o aburrirse con los vecinos. Es posible aceptar gustosamente el tren o rechazarlo con acritud. Mas no por eso deja el convoy de correr hacia su infatigable destino, ni de cargar cortés y gentilmente a todos.
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Mensaje  Paula Lun Mayo 06, 2013 6:03 am

Alzheimer

La primera vez que escuché ese nombre tan raro, Alzheimer, fue en la consulta del doctor Álvarez. Se lo dijo a mi hija en voz muy bajita, pero yo siempre he tenido un oído privilegiado y puedo escuchar lo que la mayoría de la gente no puede.

Marina le preguntó en que consistía esa enfermedad y el doctor le dijo que debía armarse de paciencia a toda prueba, ya que se trataba de una demencia senil, que esa enfermedad no tenía tratamiento y que era una degeneración anormal del cerebro y el organismo, que sufriría alucinaciones y que mi organismo se iría deteriorando paulatinamente. Yo creo que el doctor es muy exagerado o tal vez se equivocó. La Marina insistió en llevarme, porque siempre pierdo los anteojos o las llaves, a veces también me pongo los zapatos al revés. Pero yo siempre he sido distraída, me acuerdo de cuando iba al colegio y todos los días perdía el lápiz o la goma.

En la tarde, la Marina se lo contó a su comadre, una india negra y fea, que siempre anda husmeando por aquí. La comadre, esa tal Juana, antes era una muchacha muy bonita y simpática, pero desde que la pillé que me miraba por debajo de la cama y se reía de mí, me cae mal y cada vez que puedo le saco la lengua. Ella se ríe y a mí me da mucha rabia.

El otro día me llevaron a la playa, dijeron que el aire marino me haría bien, ya que como muy poco porque no me da hambre y todos dicen que me estoy adelgazando. Me dio mucha risa el Lunes, porque hago cada tontera, sin darme cuenta me puse las medias arriba de los zapatos, estuve riéndome como una hora y fue tanto que la Marina llegó a llorar de la risa y entre mas me miraba mas lloraba. Ahora estoy medio preocupada porque parece que alguien quiere hacerme daño y para molestarme viene y moja mi cama. La Marina dice que yo me hago “pichí” pero eso es mentira, parece que está medio loca.

Cada día me convenzo más de que me quieren hacer daño, anoche vi que había cuatro hombres barbudos en la puerta de mi dormitorio. Llamé a todo chancho a la Marina y cuando ella llegó dijo que no era cierto, que yo lo había imaginado. A lo mejor está de acuerdo con ellos, y en una de esas lo que quieren es echarme y quedarse ellos con mi cama. Ahora ya si estoy casi convencida de que me quieren echar, además la tal Marina parece que ni siquiera es mi hija, en realidad no sé, si es mi hija o mi mamá ¿ o será una nana que yo tenía cuando era chica ? estoy casi segura de que tengo dos hijos. Pero no me acuerdo bien de sus nombres ni de sus caras, claro como hace tiempo que se fueron y me dejaron con toda esta gente en la casa.

Todos estos pordioseros me quieren echar , estoy segura, me echan la culpa de todo lo que pasa. Ayer alegaron cualquier cantidad porque las llaves del gas estaban abiertas, y por supuesto me culparon a mí, los muy estúpidos no se han dado cuenta que son los duendes verdes que están escondidos en el refrigerador. Me volvieron a retar y dijeron que me van a mandar a un asilo si sigo haciendo leseras.

Me molestan tanto, que el otro día pillé la reja abierta y me escapé, se volvieron locos buscándome por todos lados, estaban mas asustados, claro porque si se llegan a enterar mis hijos, los despiden a todos y los echan con viento fresco a la calle. Mientras andaba caminando, me encontré con unos jóvenes muy buenos mozos y nos hicimos amigos, andaban todos vestidos iguales, todos de verde, se veían súper lindos, nos hicimos tan amigos que me invitaron a pasear en su auto y finalmente me dijeron que estuviera tranquilita porque ya me conocían y que ellos llamarían a mis familiares. Yo pensé que llegaría mi hija, pero en cambio la que llegó fue esa mujer, la tal María ¿ o Marina ?, ya ni me acuerdo como se llama, y los trató muy bien , la muy cínica y les dio las gracias diciéndoles que yo tenía las facultades mentales perturbadas. No puedo creer como puede haber gente tan desgraciada para inventar tantas mentiras.

Me volví a arrancar, los muy tontos dejaron las llaves en la puerta, y salí corriendo súper rápido para que no me pillaran. Yo quería ir a ver a mi hermano, para contarle todo lo que me están haciendo. Pero me dicen que él se murió hace tiempo, pero yo sé que es mentira, lo hacen para que no los acuse. Total al final de tanto correr preocupada de que no me pillaran, me pasé de largo y me perdí. Le pregunté a una señora que estaba regando la calle, donde estaba mi casa y me dijo que no sabía, pero que me ayudaría. Buscó en mis bolsillos y encontró una bolsita plástica prendida con un alfiler de gancho, ahí estaban mis datos, así es que me subió a su auto y me llevó a la casa. Pero cuando llegamos, a mi me pareció que no era mi casa, era de otro color, no me acuerdo de cuál color era pero ésta no era, Me taime y no quise comer y cuando vino esa mugrienta de la Mari..... no se cuanto, le di unas buenas patadas y la rasguñé. Así van a aprender estos asquerosos que con migo no se juega, ¡ que se creen ah !.
La cosa está muy peligrosa parece, hoy día me levanté y encontré a un hombre en la casa, y después lo encontré acostado en la cama con esa. La muy chancha me dijo, que si no me acordaba que era su marido y que los guachos chicos que andaban por el patio son mis nietos. Lo único que faltaba, que me quieran meter nietos, claro, para que les deje la casa cuando me muera. no sé que hacer porque son todos unos degenerados, no me atrevo ni escribir lo que los vi haciendo el otro día.

Que mala suerte, estoy en cama desde ayer enferma del estomago, así es que vino el doctor, eso dicen que es, y no me hizo ni caso cuando le dije que me dolía la pierna, me puso una cosa en el pecho y luego en la espalda. Después me preguntó dónde me dolía y se enojó porque le dije que era la cabeza, Pero en realidad ya se me había olvidado y le dije lo primero que pensé. Después se fue a hablar con esos tontos que viven acá y les decía que sus vidas iban a ser un infierno, que mejor me llevaran a un asilo o una clínica. Seguro que es de los mismos y está de acuerdo con ellos, no lo quiero ver mas, nunca mas.

Hace mucho tiempo que no escribía, pero, es que me siento muy rara, no encuentro las palabras y cuando digo algo no me entienden, ayer dije que la mujer esa, era una “Gaspeta” y todos se pusieron a reír , yo me refería a esos pájaros que chupan la sangre, pero los muy ignorantes no lo sabían. Mejor no les hablo nunca mas.

Cada vez escribo menos, porque ya no me acuerdo mucho como se hace, hoy recuerdo algo. Me dan muchas ganas de tocar el piano o la guitarra como antes, pero no me resulta nada. Ni siquiera puedo salir a dar una vuelta, porque la reja está siempre con llaves, y el otro día traté de pasarme por arriba y me caí encima del perro, y el muy tonto me mordió. Yo me paseo mirando para afuera. A veces pasan unas señoras y me tiran dulces, yo me los como sin darle a nadie. Ahora llegó una vieja que se viste de blanco, y le ha dado con darme la comida en la boca y no me deja ni un rato sola, me dice que yo soy cochina, porque como caca de perro y tierra, la muy atorrante no sabe que son los dulces que me tiran las señoras y que están tirados en el pasto, y yo los recojo cuando no me ve, y me los como. Me gusta que se enoje y que pase rabia por mi culpa.

Por fin se fue la vieja pero llegó una mas joven de pelo largo que dice que solo me cuidará por un tiempo, pero se va a tener que ir porque le voy a pegar con un cuchillo que encontré en la cocina, y le voy a tirar el pelo y la voy a patear hasta cansarme.

Lo hice, le tiré el pelo y le di patadas cuando estaba distraída, ella se fue llorando a contarle a esa que vive aquí, y le dijo que se iba porque yo era muy peligrosa. La mugrienta, la india que vive aquí y que se cree la dueña, me retó y dijo que ya la tenía aburrida, que me iba a mandar a un asilo. Esta es muy mala, porque al rato la vi como se reía, se le llegaban a caer las lagrimas de tanto reírse.
En la tarde llegó el viejo que se cree doctor, y les dijo que tenían que darme unas pastillas para que estuviera mas tranquila. Me dan mucho sueño y no puedo pelear, porque me quitan las fuerzas.

Estos infelices me obligan a usar pañales y la degenerada me lleva al baño y me los cambia, y dice que me hago y es mentira, Lo hacen para humillarme. Hoy mi pieza estaba hedionda y había caca en las ventanas, las paredes y la cama y me echaron la culpa a mí. Yo no he podido pillar al cochino, pero, lo juro, yo no lo hice.
También me retaron por pasearme desnuda a las tres de la mañana, dicen que no dejé dormir a nadie, y que como se me ocurre, que es invierno y me voy a enfermar, pero yo sé que estamos en pleno verano y hace calor.
Ya no encuentro a nadie que me entienda, y me diga que es lo que me está pasando. Me doy cuenta de que repito las cosas y no entiendo lo que me dicen. Por lo menos ahora encontré una entretención. Tiro los hilos sueltos de la ropa de cama y los convierto en tiritas delgaditas, como vendas. No me cuesta nada hacerle un hoyito con las uñas, y luego de un tirón, listo ¡ una frazadita chiquitita ¡.

Me llevaron a una casa bien lejos, anduvimos en auto un buen rato, el hombre que iba manejando pidió que me cambiaran los pañales. Porque me había hecho, así es que pasamos a un lugar y “esa” me los cambió. Como decía llegamos a una casa, había una fiesta con harta gente que me saludaba, pero yo no conocía a nadie y no los saludé. Además pasé una rabia bien grande con una desordenada que dejó el abrigo tirado en una cama, y yo por hacerlo mejor lo dejé en el lavaplatos. La mugrienta se puso a llorar, porque dijo que era nuevo y se lo ensucié con grasa. Se dan cuenta, no se puede ser buena con esta clase de gente. También pillé a un gato encima de la cama y agarré la escoba y cuando le pegué se convirtió en la tontona del abrigo. Debe ser bruja, ¡ si pudiera matarla ¡

De nuevo me llevaron a donde hay harta agua, dicen que es la playa. La Mari..... no se cuánto me llevó a caminar por la orilla y como yo no quería ir, porque me di cuenta que me quería ahogar, le pegué y le enterré las uñas. Le saqué sangre y le hice burla y la hice llorar, porque le grité que era “Maraca”, toda la gente nos miraba. Yo me hice la lesa para que no pensaran que yo era la peleadora.
Ahora si que hice una maldad, lo reconozco, cuando el pergenio chico estaba comiendo, le quité el plato, lo puse en el suelo y metí un pie dentro y lo revolví bien. Como se puso a llorar el chiquillo, le tiré las mechas y le hice burla.

Ha pasado harto tiempo que no escribía, el otro día encontré un papel en el velador de la india indecente, no entiendo lo que quiere decir así es que lo guardé debajo de la cama, y se manchó con mermelada. Algo importante que se me olvidaba: vino de nuevo el viejo, el que se cree doctor y estuvo conversando con la tontona esa, y después paso algo raro, fíjense que me abrazó y estaba llorando. Me dio pena la infeliz, no es tan mala después de todo.

He aquí el papel:

“ Memo: hace tiempo que necesitaba escribirte, pues tú te perdiste de la casa. Ven a ver a mamá, hoy estuvo el médico y dice que es poquito el tiempo que le queda, está muy flaquita y ya no reconoce a nadie. Si te contara las cosas que hace, creerías que exagero. Pero, no es así, ella que era una dama, se convirtió en una anciana grosera y agresiva; ya hace tiempo que no sabe como se llama. Ni las empleadas ni las enfermeras me duran y yo tuve que dejar el trabajo para cuidarla. Creo que como hijo, también debes compartir la responsabilidad y por lo menos sacarla a dar una vuelta de vez en cuando, para así, yo también descansar un poco. Tal vez mis palabras suenen duras, no te molestes por ello, pues peor sería el remordimiento que vas a tener que cargar por el resto de tu vida. No te excuses en lo triste y dura de la situación. Debemos afrontarla juntos.
Tu hermana Marina “

¿Cuándo fue la última vez que escribí? No lo recuerdo, ahora ya no recuerdo como se hace, se me olvidan las letras. Estoy muy cansada, me cuesta respirar y tengo mucha tos. Vino un hombre, dice que se llama Memo. Parece que es un tío, me recuerda a alguien, pero no se a quién. No quise hablarle, porque las niñas no deben hablar con desconocidos.
Me llevaron hace un rato, a un lugar, la Posta Central oí que lo llamaban, un hombre vestido de blanco me miró y preguntó:”¿ Que pasa con esta vieja ?”. Vi como la Marina se puso blanca de rabia y se le salieron las lagrimas y retó a grito pelado al hombre de blanco, después se puso reír de nuevo, hasta que le lloraron los ojos, y me tomó no sé como y me puso en una silla de ruedas y me sacó de ahí.

Estoy cambiando, ahora ya no peleo y me hice amiga de la niñita que viene todos los días. Es muy amorosa, me llama “Bibi” y me presta su muñeca rubia. Siempre veo a mi papá en la parte de arriba de la puerta. Me hace señas y aunque yo lo llamo, no quiere bajar. Ya no puedo levantarme, las piernas no se afirman y no pueden moverse. Me trajeron una silla con ruedas para sacarme al jardín. A veces tengo mucho calor y tirito. La mujer me hace cariño y me cuenta unos cuentos bien bonitos y me dice que me quiere, que no la deje. La niñita me regaló su muñeca....

Tengo el presentimiento que hoy es la última vez que podré escribir mis cosas. He ido recordando algo, la Marina en realidad es mi hija, pero ya no puedo decírselo pues la voz no me sale de la boca, hubiera querido decirle que yo también la quiero, que estaba enferma y por eso peleaba.
El corazón parece que se me va a arrancar y tengo mucho, mucho sueño. Siento que me tienen tomada de la mano y escucho un murmullo, como si estuvieran en un a iglesia. Sí, ahora lo sé, hay un curita y dice “Padre nuestro que......

Autor: Trotskki
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Mensaje  Paula Sáb Jun 08, 2013 11:00 pm

¿Quiénes somos, de dónde venimos, adónde vamos?

Érase una humilde aldea cercana al condado de Rogster, donde vivía gente pobre, o bien dicho, poco adinerada, pues el concepto inicial ponía en duda a qué se refería el ser poco agraciado, si a no tener bienes materiales o a la riqueza interior, de la que todos podían agradecer allí.

Sucede que llegaron dos caballeros de la Corte para anunciar que sólo quince de los ciudadanos podrían tener la fortuna de poder vivir como los reyes, en su seno, a lo cual debían quedar de acuerdo entre ellos para otorgar dicho merecimiento a quien se presumía debía ser el elegido. Se congregaron en la Pradera de Los Robles, todos con su repertorio para exponer su candidatura. A pesar de que no era propio de su naturaleza competir con el prójimo, la posibilidad de vivir con una relativa dignidad, que fue siempre el mayor de los deseos que todos desde jóvenes llegaron a tener y ambicionar, les hizo caer en un discutido debate entre ellos que empezó a enardecer la armonía que siempre hubo entre sus vecinos.

La mejor manera de llegar a algún puerto era proceder a una votación. Cada uno tomó el turno para hablar y defender su interés individual, y el resultado les dejó en la misma situación que al principio: cada uno obtuvo sólo su propio voto.

Probaron con una segunda elección, pero esta vez en voto privado. Una urna de madera acogía todos y cada uno de los papeles con el nombre interesado escrito, y en un halo de secretismo se realizaron entre ellos las más diversas negociaciones, e incluso amenazas por parte de alguno. Surgieron todo tipo de chantajes personales, de disuasiones para comprar votos entre ellos. El resultado fue el mismo.

A falta de acuerdo, se presentaron ante el Rey los representantes de la aldea para plantear el problema. Su majestad no perdió el tiempo en nimiedades de ese tipo y decidió fácilmente que se realizaría la elección por sorteo; y salieron nombres que hicieron saltar de alegría, como a muchos otros les produjo rabia e injusticia al no escuchar el que esperaban fervientemente. El resultado provocó un desencuentro entre todas las familias, todo se convirtió en un cúmulo de infelicidades. Los quince afortunados, que con su partida vieron que dejaban atrás a todo un pueblo enfrentado y entristecido, supieron que su marcha era una maldición hasta para sus allegados, y antes de entrar por la puerta decidieron detenerse.

- "¿Qué es lo os hace echaros atrás en mi propuesta de tener una oportunidad tan noble como ésta?", preguntó su alteza, una vez decididos a reunirse con él en su sala providencial.

- "Hemos decidido que no queremos aceptar su gratitud "

- "¿Y a qué se debe tal rechazo hacia lo que mi mano os extiende?"

- "El favor de unos pocos, crea diferencia entre muchos"

- "Así como envidia y tragedia", añadió otro de ellos.

- "¿Qué es mejor entonces, que nadie tenga el placer de disfrutarlo?"

- "Su Majestad, pensamos que es mejor que todos en el mundo podamos experimentarlo"

- "Pero eso es imposible. Todos no caben en mi reino si quiero a todos complacerlos sin hacer excepciones, y no podría determinar nunca un límite, si no quiero hacer distinción"

- "Permítanos a todos disfrutar de tal placer aunque sea un mínimo tiempo"

- "Entiendan que es duro desacostumbrarse de las cosas a las que uno ya se ha habituado"

-"Siempre fuimos felices, y sólo cuando se presentó la oportunidad nuestra mirada cambió de dirección, luego tenemos la certeza de que volveremos a ser lo que hasta el momento hemos sido: felices"

- "Bien, así será entonces"

Érase la eternidad donde vivían los Dioses. Sucede que un día de todos esos miles y miles de millones de millones de años apareció la oportunidad de ser y vivir por un tiempo como un ser imperfecto...
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Mensaje  Paula Sáb Jun 08, 2013 11:01 pm

La felicidad

Erase una vez, un anciano maltrecho llamado José y con las consecuencias naturales de la edad. Vivía en una choza muy humilde y apenas le alcanzaba lo que tenía para llevarse un pan a la boca. Un día, conoció de manera casual, a una niña llamada Miranda, quien siempre pasaba por el frente de su choza para ir al colegio.

La niña lo vio un poco enfermo, sentado en una vieja banca. Le compartió su almuerzo al pobre hombre y le preguntó por qué vivía de esa forma y si no tenía quien lo cuidase.

El anciano le respondió:
-Mira niña, ya a mi edad la gente piensa que soy inservible, que soy un estorbo, pero si supieran tan sólo el treinta por ciento de lo que yo se y de lo que yo he vivido, se darían cuenta que los ancianos tenemos mucho para dar. Por ejemplo, la gente no es feliz porque busca en banalidades la felicidad. Te lo explicaré mejor –agregó.
- La gente sufre porque la olla del guisado se tira, porque el día está nublado, porque tiene que ir a trabajar. La gente se la pasa sufriendo porque buscan en el lugar equivocado la felicidad. Por eso, niña, te digo que tu no busques la felicidad en todo aquello que tus ojos puedan ver, sino que la busques en donde la gente nunca ha buscado y eso es dentro de cada uno. Si tu buscas la felicidad dentro de ti, ten por seguro que la encontrarás y nunca se irá de ti. Además, cuando la encuentres –como yo la he encontrado- no necesitarás nada más que un pan para llevarte a la boca. Además, cuando encuentres la dicha dentro de ti, lo demás llegará por añadidura.

Entonces Miranda quedó por un momento pensando en las palabras del anciano. Se levantó, le dio un beso en la mejilla y le dijo:
- Gracias, nos veremos mañana, me voy a buscar la felicidad.

Autor: Pedro Mario López Juárez,
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Mensaje  Paula Sáb Jun 08, 2013 11:01 pm

El Esfuerzo discute con el Destino

Un día, el Esfuerzo dijo al Destino: "Mis logros son mayores que los tuyos".

El Destino no estuvo de acuerdo y desafió inmediatamente al Esfuerzo: "Qué es lo que has hecho para afirmar que tus logros superan a los míos?".

El Esfuerzo respondió: El que alguien viva una larga vida o muera joven, sea rico o pobre, triunfe o fracase depende de mí.

El Destino respondió inmediatamente: La inteligencia del viejo Peng no podía compararse con la de los emperadores Yao y Shun, sin embargo vivió una vida larga y saludable. Por otra parte, Yen-hui, el mejor discípulo de Confucio, murió cuando tenía dieciocho años. La virtud de Confucio
superaba con mucho la de los señores feudales, pero, en comparación con ellos, era pobre. El emperador Shang-tsou era cruel e inmoral, sin embargo vivió una próspera y larga vida. Por otra parte, sus ministros que eran virtuosos tuvieron muertes violentas. ¿Qué puedes decirme de los funcionarios corruptos que son ricos y de los trabajadores que se esfuerzan y son honrados y que sin embargo son pobres?

El Esfuerzo no había previsto este aluvión de pruebas contra su afirmación. Funció el ceño, pero el Destino continuó: Si eres tan eficaz como dices, entonces, ¿por qué no haces ricas a las personas muy trabajadoras?, ¿por qué no le das una vida larga y próspera a las personas virtuosas?, ¿por qué no están empleadas las personas capaces e inteligentes y por qué los estúpidos ocupan puestos importantes en el gobierno?

El Esfuerzo no tuvo nada más que decir ante estos desafíos, así que tímidamente respondió al Destino: Tienes razón. Después de todo, no produzco muchos efectos. Pero me atrevo a afirmar que muchas cosas suceden como suceden porque tú has ido haciendo daño, ¡torciendo el destino de la gente y disfrutando con ello!

El Destino respondió entonces: Yo no puedo forzar la dirección de las cosas. Simplemente les abro las puertas para que pasen. Si algo va bien, dejo que siga su camino; si algo se desvía, no lo impido. Nadie, ni tú ni yo, puede dirigir el curso de las cosas. La vida larga o breve, rica o pobre, el éxito o el fracaso, la buena o la mala suerte, todo se produce por sí mismo. ¿Cómo puedo dirigir los acontecimientos o saber siquiera cómo acabarán las cosas?
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