Cine abandonado
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Cine abandonado
MARAVILLOSAS IMAGENES QUE NOS EVOCAN UN PASADO DE PELICULA
Esto es un pequeño cine de pueblo. Abandonado y cerrado a cal y canto hace ya unos cuantos años y olvidado con el paso del tiempo, uno acaba encontrando un autentico tesoro en su interior...
Y es que los sitios cerrados y conservados tienen un encanto difícil de superar. No sólo es la falta absoluta de pintadas o destrozos, sino ese aire de tiempo detenido que tanto nos gusta y tan difícil es de hallar. Para muestra un botón: una vieja radio y un voltímetro
El bar del cine es lo más opuesto a la gigantescas barras de los multicines que ahora se pueden ver. Apenas tres metros de largo, sitio para un pequeño frigorífico y poco más. Las cajas de refrescos y cerveza aún están en una esquina
El vestíbulo, más bien pequeñito, aún conserva unos cuantos viejos carteles de películas de la época del destape. La puerta doble del fondo era la entrada desde la calle, la verde a la derecha el acceso a la sala y la de la izquierda la de la taquilla
La taquilla era poco más que un diminuto cuartito en el hueco de las escaleras que llevaban a la planta de arriba.
Las sillas no estaban allí originalmente, sino que son varias filas de asientos de la sala, desprovistos de todo el tapizado, cojines y ornamentos
Este viejo baúl guardaba los afiches de las películas. Estas fotos con escenas de las películas servían como publicidad para convencer al público de las bondades de las películas y tentarles a comprar una entrada. Había afiches de viejas cintas del destape bastantes desconocidas, como “El Periscopio”, con Bárbara Rey en la foto (a la izquierda) o de clásicos de aventuras, como “El Conde de Montecristo” (a la derecha). La que asoma por debajo era de “Estoy con los hipopótamos”, de Bud Spencer y Terence Hill.
El patio de butacas estaba sólo iluminado por un par de altos y pequeños ventanales a los lados.
Aquí las filas de los mancos. ¡Si los asientos pudieran hablar! Serían historias no aptas para niños, desde luego…
Al fondo, la puerta doble para la salida del cine, directamente a la calle
Desde el “gallinero” se puede apreciar el patio de butacas y las pequeñas aperturas a la derecha que permitían a la luz del proyector llegar a la pantalla
Justo antes de la sala de proyección estaba la sala del proyeccionista. Estos trastos servían para rebobinar las enormes cintas de celuloide con la sola ayuda de una manivela.
Para cosas curiosas este montón de papelitos enganchados a un clavo en la pared. Eran las fichas de proyección, que incluían el título, el número de bobinas dependiendo de la duración, o si la película venía censurada o no.
La sala de proyección era bastante pequeña. Apenas un pequeño taller donde trabajar con las películas y manejar los rollos de cinta. El cajón era el amplificador que se usaba para el sonido de las películas.
Pero la joya de la corona era el enorme proyector. Aún hoy, a pesar del polvo y la falta de aceite, daba la impresión de que podría ponerse a proyectar con una bombilla nueva y un buen engrase. Era sorprendente lo grande que era para tratarse de un cine tan pequeño con una pantalla de relativamente reducidas dimensiones.
El contenido de la cinta de la foto era la cuenta atrás que salía antaño antes del comienzo de las películas. Como han cambiado las cosas, ¿verdad?
Fuente: abandonalia
Esto es un pequeño cine de pueblo. Abandonado y cerrado a cal y canto hace ya unos cuantos años y olvidado con el paso del tiempo, uno acaba encontrando un autentico tesoro en su interior...
Y es que los sitios cerrados y conservados tienen un encanto difícil de superar. No sólo es la falta absoluta de pintadas o destrozos, sino ese aire de tiempo detenido que tanto nos gusta y tan difícil es de hallar. Para muestra un botón: una vieja radio y un voltímetro
El bar del cine es lo más opuesto a la gigantescas barras de los multicines que ahora se pueden ver. Apenas tres metros de largo, sitio para un pequeño frigorífico y poco más. Las cajas de refrescos y cerveza aún están en una esquina
El vestíbulo, más bien pequeñito, aún conserva unos cuantos viejos carteles de películas de la época del destape. La puerta doble del fondo era la entrada desde la calle, la verde a la derecha el acceso a la sala y la de la izquierda la de la taquilla
La taquilla era poco más que un diminuto cuartito en el hueco de las escaleras que llevaban a la planta de arriba.
Las sillas no estaban allí originalmente, sino que son varias filas de asientos de la sala, desprovistos de todo el tapizado, cojines y ornamentos
Este viejo baúl guardaba los afiches de las películas. Estas fotos con escenas de las películas servían como publicidad para convencer al público de las bondades de las películas y tentarles a comprar una entrada. Había afiches de viejas cintas del destape bastantes desconocidas, como “El Periscopio”, con Bárbara Rey en la foto (a la izquierda) o de clásicos de aventuras, como “El Conde de Montecristo” (a la derecha). La que asoma por debajo era de “Estoy con los hipopótamos”, de Bud Spencer y Terence Hill.
El patio de butacas estaba sólo iluminado por un par de altos y pequeños ventanales a los lados.
Aquí las filas de los mancos. ¡Si los asientos pudieran hablar! Serían historias no aptas para niños, desde luego…
Al fondo, la puerta doble para la salida del cine, directamente a la calle
Desde el “gallinero” se puede apreciar el patio de butacas y las pequeñas aperturas a la derecha que permitían a la luz del proyector llegar a la pantalla
Justo antes de la sala de proyección estaba la sala del proyeccionista. Estos trastos servían para rebobinar las enormes cintas de celuloide con la sola ayuda de una manivela.
Para cosas curiosas este montón de papelitos enganchados a un clavo en la pared. Eran las fichas de proyección, que incluían el título, el número de bobinas dependiendo de la duración, o si la película venía censurada o no.
La sala de proyección era bastante pequeña. Apenas un pequeño taller donde trabajar con las películas y manejar los rollos de cinta. El cajón era el amplificador que se usaba para el sonido de las películas.
Pero la joya de la corona era el enorme proyector. Aún hoy, a pesar del polvo y la falta de aceite, daba la impresión de que podría ponerse a proyectar con una bombilla nueva y un buen engrase. Era sorprendente lo grande que era para tratarse de un cine tan pequeño con una pantalla de relativamente reducidas dimensiones.
El contenido de la cinta de la foto era la cuenta atrás que salía antaño antes del comienzo de las películas. Como han cambiado las cosas, ¿verdad?
Fuente: abandonalia
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