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Cuentos para pensar

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Cuentos para pensar - Página 11 Empty Re: Cuentos para pensar

Mensaje  Paula Vie Oct 18, 2013 11:06 pm

Las Siete Maravillas del Mundo

Un grupo de estudiantes de Geografía estudiaba las siete maravillas del mundo. Al término de la clase se les pidió hacer una lista de las que ellos consideraban deberían ser realmente las Siete Maravillas del Mundo.

A pesar de algunos desacuerdos, la mayoría votó por lo siguiente: Las Pirámides de Egipto, El Taj Mahal, El Gran cañón, El Canal de Panamá, El Empire State, La Basílica de San Pedro, La Muralla China.

Mientras se hacía la votación el maestro notó que una estudiante permanecía aún callada y no había entregado aún su lista. Así que le preguntó si tenía problema para hacer aún su elección. La muchacha tímidamente respondió:
—Sí, un poco. No podía decidirme pues son tantas las maravillas.

El maestro dijo:
—Bueno, dinos lo que has escrito y tal vez podamos ayudarte.

La muchacha titubeó y después leyó:
—Creo que las Siete Maravillas son: Poder tocar, poder saborear, poder ver, poder escuchar...
Titubeando un poco continuó:
—Poder sentir, poder reír y... poder amar.

Al terminar de leerlas el salón de clase quedó en un silencio absoluto.
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Mensaje  Paula Vie Oct 18, 2013 11:07 pm

El Buscador de la Verdad

Cuentan que un Buscador de la Verdad salió en cierta ocasión a los caminos del mundo. Y allí, en el gran cruce del mundo, interrogó a sus hermanos:

—Decidme, ¿cuál es la verdad?

—Busca la filosofía —respondieron los filósofos.

—No —argumentaron los políticos—. La verdad está en el servicio.

—Entra a las catedrales —le aseguraron los clérigos.

—Sin duda, la verdad es la sabiduría —declararon los sabios.

—-Renuncia a todo —esgrimieron los ascetas.

—Contempla y ensalza las maravillas del Señor —le anunciaron los místicos.

—Acata y cumple las leyes —señalaron los gobernantes.

—Conócete a ti mismo —cantaron los guardianes del esoterismo.

—La verdad está en los números sagrados —dedujeron los cabalistas.

—Vive los placeres —aconsejaron los epicúreos.

—Únete a nosotros —le gritaron los revolucionarios.

—La verdad es un mito —respondieron los escépticos.

—Vive y deja vivir —clamaron los existencialistas.

—El pasado es la única verdad —lamentaron los nostálgicos.

Confundido aquel humano se dejó caer sobre el polvo del camino, mientras aquella multitud se alejaba cantando y reivindicando "su" verdad.
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Mensaje  Paula Vie Oct 18, 2013 11:08 pm

EL CALIFA QUE APOSTO SU CONFIANZA

Cuentan que hace muchos años vivía un califa avaro y cruel que sentía verdadera pasión por las apuestas. Se decía que sólo apostaba cuando tenía la certeza absoluta que iba a ganar. Y para ello imponía las condiciones de la apuesta para asegurarse que siempre la victoria.

Una mañana, al salir a uno de los patios, vió una enorme pila de ladrillos. Al instante gritó: “¿Quien quiere apostar conmigo?”. Niguna de las personas que estaban en el patio respondió dado que conocían sus temibles condiciones a la hora de apostar.

El califa enfadado por el silencio de las personas ante su ofrecimiento, volvió a decir: ” Apuesto a que nadie es capaz de transportar esta pila de ladrillos con sus manos de un lado al otro del patio antes de que el sol se ponga”.

Un joven albañil que se encontraba ahí, le preguntó :”¿Cuál sería la apuesta?”

“Diez tinajas de oro si lo consigues”, le respondió el califa.

“¿ Y si no lo consigo?”, le preguntó el joven albañil.

“Entonces te cortaré la cabeza”, le contestó el califa.

El joven albañil, tras dudar unos minutos, le contestó: “Acepto la apuesta con una condición:podrás detener el juego en cualquier momento y, si lo haces, sólo me darás una tinaja de oro”.

El califa, sorprendido por la condición impuesta por el joven y tras meditarlo para tratar de encontrar donde estaba la trampa, aceptó la condición solicitada por el joven albañil. Y la apuesta empezó.

El joven empezó a transportar los ladrillos con sus manos y tras una hora de trabajo, sólo había transportado una pequeñísima parte de los ladrillos.Y sin embargo, sonreía.

“¿Por qué sonries?”, le preguntó el califa. “Está claro que vas a perder la apuesta. Nunca lo conseguirás”.

” Te equivocas”, le contestó el joven albañil.“Estoy seguro de que voy a ganar”

“¿Cómo es eso posible?”, le preguntó el califa sorprendido.

“Porque te has olvidado de algo muy sencillo y por eso sonrio”, contestó el joven albañil y siguió transportando los ladrillos.

Ante esa respuesta, el califa empezó a inquietarse. ¿se habría olvidado de algo? la condición parecía sencilla y era imposible poder transportar los ladrillos en el día. Harían falta varios hombres más.

Al cabo de varias horas, el califa le volvió a preguntar al joven albañil si seguía convencido de ganar. La respuesta fue la misma acompañado de una gran sonrisa.

El califa se sentía cada vez más agitado. ¿Cómo era posible que fuese a ganar?. Empezó a sudar ante la posibilidad de perder la apuesta y 10 tinajas de oro. Consultó con varios matemáticos, astrólogos y todos le dieron la misma respuesta: es imposible que un sólo hombre pueda cumplir la apuesta.

A medida que iba pasando el día, el califa se sentía cada vez más turbado, pese a que la pila de ladrillos estaba casi entera. Estaba claro que no iba a ganar la apuesta, entonces ¿por qué sonreía?.

” ¿Por qué sonries?“, le preguntó nuevamente el califa cuando quedaba ya unas pocas horas para que se escondiese el sol.

El joven albañil, pese al cansancio, le respondió: “Sonrio porque voy a ganar un tesoro”

“Eso es imposible”, le dijo el califa. “El sol está en la segunda mitad del cielo y la pila de ladrillos es muy alta todavía”.

“Has olvidado algo muy sencillo”, le contestó nuevamente el joven albañil.

“¿Qué me he olvidado?, le preguntó el califa consumido por la posibilidad de perder.

“¿Quieres detener el juego, entonces?”, le contestó el joven. “Eso significará que habré ganado la apuesta y habrás perdido una tinaja de oro”.

“¡Sí, si!, ¡díme qué me he olvidado!. ¿Es algo sencillo?”, le preguntó el califa.

“No has prestado la suficiente atención a la condición que puse”, le dijo el albañil.

“Pero si no he hecho otra cosa que pensar en ello”,protestó el califa.

“Sí, pero sin comprender que para mí una tinaja de oro es un inestimable tesoro. Desde el principio sabía que no podía ganar la apuesta pero yo sólo quería una tinaja. Y tu te jugabas 1o tinajas “, le dijo el joven.

“Te has olvidado de lo más sencillo”, prosiguió el joven. “Te has olvidado de que podías perder la confianza en ti mismo”.
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Mensaje  Paula Vie Oct 18, 2013 11:08 pm

LA LUCIERNAGA QUE QUERIA BRILLAR

Cuentan que en una selva una serpiente perseguía a una luciérnaga que volaba todo lo rápido que podía tratando de escapar de ésta.

Tras un rato de persecución, la luciernága, agotada, se paró y le dijo a la serpiente:

“Serpiente, ¿puedo hacerte algunas preguntas?”

La serpiente le respondió: “Vale, total como voy a comerte, te concedo ese privilegio”.

“¿Formo parte de tu cadena alimenticia?”, le preguntó la luciérnaga.

La serpiente se queda unos segundos pensando y le respondió: “No”.

“¿He dicho ó he hecho algo que haya podido ofenderte?”, le preguntó nuevamente la luciérnaga.

“No”, le contestó la serpiente.

Y entonces, ¿ por qué me persigues y quieres comerme?, le preguntó la luciérnaga desconcertada.

“¡Porque no soporto verte brillar!”, le contestó la serpiente.
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Mensaje  Paula Vie Oct 18, 2013 11:09 pm

Lobo, Con Piel De Hombre

Era una de esas tardes en las que nada había que hacer y la loba paseaba con su cachorro inquieto en busca de alimento. Se resguardaron bajo unos matorrales y esperaron que sigiloso pasara el cazador que olfatearan minutos antes.

El frío cañón del arma se asomó entre la enramada y las botas del hombre castigaban con su peso, las hojas secas que se negaban a gritar. caminó un poco, encendió su cigarro y esperó. El cachorro indignado preguntó a su astuta madre:

-Mamá, la grama verde y generosa tiene un enemigo: las ovejas, que se alimentan de ella para sobrevivir, hasta el día de su muerte. Las ovejas tienen un enemigo, nosotros, los lobos, que nos alimentamos de ellas cuando es posible, hasta el día de nuestra muerte. Nosotros tenemos un enemigo: el hombre, que quema nuestros bosques, nos pone dolorosas trampas y mata a los de nuestra especie por deporte o por ignorancia, hasta el día de su muerte. Pero madre, tiene el hombre un enemigo?

La loba clavó su mirada fría en el hijo amado y respondió:

-Hijo mío, el enemigo del hombre, es el hombre, hasta el día de su muerte.
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Mensaje  Paula Vie Oct 18, 2013 11:10 pm

Un artista del trapecio

Un artista del trapecio —como todos sabemos, este arte que se practica en lo más alto de las cúpulas de los grandes circos, es uno de los más difíciles entre los accesibles al hombre— había organizado su vida de manera tal —primero por un afán de perfección profesional y luego por costumbre, una costumbre que se había vuelto tiránica— que mientras trabajaba en la misma empresa, permanecía día y noche en su trapecio. Todas sus necesidades, por cierto muy moderadas, eran satisfechas por criados que se turnaban y aguardaban abajo. En cestos especiales para ese fin, subían y bajaban cuanto se necesitaba allí arriba.
Esta manera de vivir del trapecista no creaba demasiado problema a quienes lo rodeaban. Su permanencia arriba sólo resultaba un poco molesta mientras se desarrollaban los demás números del programa, porque como no se la podía disimular, aunque estuviera sin moverse, nunca faltaba alguien en el público que desviara la mirada hacia él. Pero los directores se lo perdonaban, porque era un artista extraordinario, insustituible. Por otra parte, se sabía que él no vivía así por simple capricho y que sólo viviendo así podía mantenerse siempre entrenado y conservar la extrema perfección de su arte.
Además, allá arriba el ambiente era saludable y cuando en la época de calor se abrían las ventanas laterales que rodeaban la cúpula y el sol y el aire inundaban el salón en penumbras, la vista era hermosa.
Por supuesto, el trato humano de aquel trapecista estaba muy limitado. De tanto en tanto trepaba por la escalerilla de cuerdas algún colega y se sentaba a su lado en el trapecio. Uno se apoyaba en la cuerda de la derecha, otro en la de la izquierda, y así conversaban durante un buen rato. Otras veces eran los obreros que reparaban el techo, los que cambiaban algunas palabras con él, por una de las claraboyas o el electricista que revisaba las conexiones de luz en la galería más alta, que le gritaba alguna palabra respetuosa aunque no demasiado inteligible.
Fuera de eso, siempre estaba solo. Alguna vez un empleado que vagaba por la sala vacía en las primeras horas de la tarde, levantaba los ojos hacia aquella altura casi aislada del mundo, en la cual el trapecista descansaba o practicaba su arte sin saber que lo observaban.
El artista del trapecio podría haber seguido viviendo así con toda la tranquilidad, a no ser por los inevitables viajes de pueblo en pueblo, que le resultaban en extremo molestos. Es cierto que el empresario se encargaba de que esa mortificación no se prolongara innecesariamente. Para ir a la estación el trapecista utilizaba un automóvil de carrera que recorría a toda velocidad las calles desiertas. Pero aquella velocidad era siempre demasiado lenta para su nostalgia del trapecio. En el tren se reservaba siempre un compartimiento para él solo, en el que encontraba, arriba en la red de los equipajes, una sustitución aunque pobre, de su habitual manera de vivir.
En el lugar de destino se había izado el trapecio mucho antes de su llegada, y se mantenían las puertas abiertas de par en par y los corredores despejados. Pero el instante más feliz en la vida del empresario era aquel en que el trapecista apoyaba el pie en la escalerilla de cuerdas y trepaba a su trapecio, en un abrir y cerrar de ojos.
Por muchas ventajas económicas que le brindaran, el empresario sufría con cada nuevo viaje, porque —a pesar de todas las precauciones tomadas— el traslado siempre irritaba seriamente los nervios del trapecista.
En una oportunidad en que viajaban, el artista tendido en la red, sumido en sus ensueños, y el empresario sentado junto a la ventanilla, leyendo un libro, el trapecista comenzó a hablarle en voz apenas audible. Mordiéndose los labios, dijo que en adelante necesitaría para vivir dos trapecios, en lugar de uno como hasta entonces. Dos trapecios, uno frente a otro.
El empresario accedió sin vacilaciones. Pero como si quisiera demostrar que la aceptación del empresario era tan intrascendente como su oposición, el trapecista añadió que nunca más, bajo ninguna circunstancia, volverla a trabajar con un solo trapecio. Parecía estremecerse ante la idea de tener que hacerlo en alguna ocasión. El empresario vaciló, observó al artista y una vez más le aseguró que estaba dispuesto a satisfacerlo. Sin duda, dos trapecios serían mejor que uno solo. Por otra parte la nueva instalación ofrecía grandes ventajas, el número resultaría más variado y vistoso.
Pero, de pronto, el trapecista rompió a llorar. Profundamente conmovido, el empresario se levantó de un salto y quiso conocer el motivo de aquel llanto. Como no recibiera respuesta, trepó al asiento, lo acarició y apoyó el rostro contra la mejilla del atribulado artista, cuyas lágrimas humedecieron su piel.
—¡Cómo es posible vivir con una sola barra en las manos! —sollozó el trapecista, después de escuchar las preguntas y las palabras afectuosas del empresario.
Al empresario le resultó ahora más fácil consolarlo. Le prometió que en la primera estación de parada telegrafiaría al lugar de destino para que instalaran inmediatamente el segundo trapecio y se reprochó duramente su desconsideración por haberlo dejado trabajar durante tanto tiempo, en un solo trapecio. Luego le agradeció el haberle hecho advertir aquella imperdonable omisión. Así pudo el empresario tranquilizar al artista e instalarse nuevamente en su rincón.
Pero él no había conseguido tranquilizarse. Muy preocupado estaba, a hurtadillas y por encima del libro, miraba al trapecista. Si por causas tan pequeñas se deprimía tanto, ¿desaparecerían sus tormentos? ¿No existía la posibilidad de que fueran aumentando día a día? ¿No acabarían por poner en peligro su vida? Y el empresario creyó distinguir —en aquel sueño aparentemente tranquilo en el que había desembocado el llanto— las primeras arrugas que comenzaban a insinuarse en la frente infantil y tersa del artista del trapecio

Autor: Franz Kafka
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Mensaje  Paula Miér Ene 08, 2014 2:13 am

Roy Popkin cuenta la historia real de un anciano que perdió el conocimiento en una calle de Brooklyn y lo llevaron de emergencia a un hospital. Después de hacer algunas indagaciones, una enfermera del lugar pareció localizar al hijo del anciano, un marino que trabajaba en otra ciudad.

Cuando el marino llegó al hospital, la enfermera le dijo al anciano:

—Su hijo está aquí.

El pobre anciano, sedado por tanta medicina, levantó su brazo tembloroso. El marino tomó su mano y la tuvo entre las suyas por varias horas. De vez en cuando la enfermera le sugería al marino que se tomara un descanso, pero él rehusaba.

Cerca de la madrugada, el anciano falleció. Luego que murió, el marino le preguntó a la enfermera:

—¿Quién era ese hombre?

La enfermera le dijo:

—¿No era ese su padre?

—No —dijo el marino— pero vi que se estaba muriendo y en ese momento él necesitaba a un hijo desesperadamente y por eso me quedé.
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Mensaje  Paula Miér Ene 08, 2014 2:14 am

Las señales de la coincidencia

Al concluir una conferencia en La Haya, Holanda, se me acercó un grupo de lectores. Querían que visitase la ciudad donde vivían ya que, según ellos, allí estaba teniendo lugar una experiencia única en Europa. Estoy vacunado contra las “experiencias únicas en el mundo”, pero al mismo tiempo me encanta conversar con desconocidos. Así acepté una cita para el día siguiente.

Los lectores, dos chicas y cuatro muchachos, me condujeron hasta la ciudad de Drachten. Salimos del coche, ellos tomaron una cerveza y yo un café. Me miraban sorprendidos pero yo no entendía qué pasaba. Al cabo de un rato, uno de ellos preguntó:

-¿No ha observado nada especial?

- Una ciudad pequeña, bonita, en un otoño que todavía parecía verano. Aparte de eso, igual a todas las otras ciudades de este mundo que conozco.

- Usted me ha decepcionado, dijo una de las muchachas. Pensaba que Usted creía en las señales.

. Claro que creo en las señales

- ¿Y ha visto alguna señal aquí?

- No.

- Pues de eso se trata! Drachten es una ciudad sin ningún tipo de señal.

Su novio continuó:
- ¡De tránsito!

De repente me dí cuenta de que tenía razón. No existía la famosa placa de “Stop”, las líneas de paso de peatones, las señales de cruce y de “ceda el paso”. ¡No había un sólo semáforo! Y para sorpresa ni siquiera existía división entre acera y calzada. Y no es que hubiera poco movimiento. Camiones, coches, bicicletas, peatones, todo parecía pefectamente organizado en medio de la orfandad de señales. Nunca oí un insulto, frenadas o bocinas ensordecedoras.

Camino del aeropuerto - viajaba esa noche a París - me contaron más sobre la experiencia que, admito, es realmente singular.

La idea nació de un ingeniero, Hans Mondermann, que trabajaba para el gobierno holandés en los ‘70. Pensó que la única manera de reducir el reciente nú-mero de accidentes era darle al conductor la total responsabilidad de lo que hiciera.

Su primera decisión consistió en reducir la longitud de las calles que pasaban por los pueblitos, usar ladrillos rojos en lugar de asfalto, quitar la línea central que separa los dos sentidos y llenar las alamedas con fuentes y paisajes de modo que los atrapados en los embotellamientos pudieran distraerse mientras esperaban.
Inmediatamente después vino la decisión más radical: quitar las señales de tránsito y acabar con el límite de velocidad.

Al entrar en la ciudad, los 6.000 conductores que pasaban por ahí diariamente se asustaban: ¿Dónde puedo doblar?. O ¿Quién tiene prioridad?, se preguntaban. Y de este modo comenzaban a prestar el doble de atención a lo que sucedía a su alrededor.

Dos semanas más tarde, la velocidad media estaba por debajo de los 30 km/h permitido en localidades como Drachten. Mondermann apostaba fuerte: “Si un peatón va a cruzar la calle, por supuesto que los coches se detendrán, nuestros abuelos ya nos enseñaron las reglas de cortesía”.

Hasta ahora, el tiempo le da la razón. Llegué al aeropuerto pensando que Modermann no sólo hizo un experimento sobre el tránsito sino uno más profundo.

A fín de cuentas, suya es la frase: “Si tratas a una personas como a un idiota, se comportará según el reglamento y nada más. Pero si le das responsabilidad, sabrá usarla”.

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Mensaje  Paula Miér Ene 08, 2014 2:15 am

EL DESEO

Un emperador estaba saliendo de su palacio para dar un paseo matutino cuando se encontró con un mendigo.
Le preguntó:
-¿Qué quieres?
El mendigo se rió y dijo:
-¿Me preguntas como si pudieras satisfacer mi deseo?
El rey se rió y dijo:
-Por supuesto que puedo satisfacer tu deseo. ¿Qué es? Simplemente dímelo.
Y el mendigo dijo:
-Piénsalo dos veces antes de prometer.
El mendigo no era una mendigo cualquiera. Había sido el maestro del emperador en una vida pasada. Y en esta vida le había prometido: "Vendré y trataré de despertarte en tu próxima vida. En esta vida no lo has logrado, pero volveré..."
Insistió:
-Te daré cualquier cosa que pidas. Soy un emperador muy poderoso. ¿Qué puedes desear que yo no pueda darte?
El mendigo le dijo:
-Es un deseo muy simple. ¿Ves aquella escudilla? ¿Puedes llenarla con algo?
Por supuesto -dijo el emperador.
Llamó a uno de sus servidores y le dijo:
-Llena de dinero la escudilla de este hombre.
El servidor lo hizo... y el dinero desapareció. Echó más y más y apenas lo echaba desaparecía. La escuadrilla del mendigo siempre estaba vacía.
Todo el palacio se reunió. El rumor se corrió por toda la ciudad y una gran multitud se reunió allí. El prestigio del emperador estaba en juego. Les dijo a sus servidores
-Estoy dispuesto a perder mi reino entero, pero este mendigo no debe derrotarme.
Diamantes, perlas, esmeraldas... los tesoros iban vaciando. La escudilla
Todo lo que se colocaba en ella desaparecía inmediatamente. Era el atardecer y la gente estaba reunida en silencio. El rey se tiró a los pies del mendigo y admitió su derrota.
Le dijo:
-Has ganado, pero antes de que te vayas, satisface mi curiosidad. ¿De qué está hecha tu escudilla?
El mendigo se rió y dijo:
-Está hecha del mismo material que la mente humana. No hay ningún secreto... simplemente está hecha de deseos humanos.
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Mensaje  Paula Miér Ene 08, 2014 2:15 am

El buitre y la paloma

Rodeando un castillo había dos pájaros: un horrible buitre y una hermosa paloma...

Siempre que el buitre se acercaba los guardias trataban de expulsarlo mientras que a la paloma le daban comida. Aún así el buitre continuaba regresando. Sin saberlo éste comía las ratas que abundaban en el edificio.

El sabio del rey solo observaba.

Un día los enemigos lograron llegar hasta la habitación del rey. Afuera estaba la paloma que los miró sin moverse o hacer cualquier gesto excepto comer.

Pero cuando los soldados enemigos se acercaron al pequeño hijo del rey que ahí se encontraba, el buitre los atacó fuertemente. Asustados empezaron a gritar y pronto los guardias aparecieron capturándolos.

Más tarde el rey se reunión con su sabio y conversaron sobre lo que había sucedido.

- Creo de ahí podemos aprender algo muy importante majestad

- Y ¿Qué lección podemos extraer de tan insólita situación sabio?

- No siempre lo que parece bonito a los ojos es realmente leal. Aunque la paloma haya sido alimentada todo este tiempo no hizo nada para defender a los que la alimentaron.

El buitre sin embargo sí fue capaz de realizara pesar de su aspecto desagradable. En realidad creo que él es más bello que la paloma pues sus actos así lo fueron.

- Usted tiene toda la razón. Desde luego mis guardias ya tienen órdenes expresas de alimentar el buitre como gratitud por lo que hizo.

Así el buitre terminó su vida muy bien alimentado y sin sufrir más persecuciones mientras la paloma por algo dejó de aparecer en el castillo.
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Mensaje  Paula Miér Ene 08, 2014 2:16 am

Cada uno con su destino

Un samurai, conocido por todos por su nobleza y honestidad, fue a visitar a un monje zen en busca de consejos, No obstante, en cuanto entró en el templo donde el maestro rezaba, se sintió inferior, y concluyó que a pesar de haber pasado toda su vida luchando por la justicia y la paz, no se había ni tan siquiera acercado al estado de gracia del hombre que tenía frente a él.

-¿Por qué me estoy sintiendo tan inferior? – le preguntó, no bien el monje hubo acabado de rezar. – Ya me enfrenté muchas veces con la muerte, defendí a los más débiles, sé que no tengo nada de qué avergonzarme. Sin embargo, al verlo meditando, he sentido que mi vida no tenía la menor importancia.

-Espera. En cuanto haya atendido a todos los que me han buscado hoy, te daré la respuesta.

Durante todo el día el samurai se quedó sentado en el jardín del templo, viendo como las personas entraban y salían en busca de consejos. Vio como el monje atendía a todos con la misma paciencia y la misma sonrisa luminosa en su rostro. Pero su estado de ánimo iba de mal en peor, pues había nacido para actuar, no para esperar. Por la noche, cuando ya todos habían partido, insistió:
-¿Ahora podrá usted enseñarme?

El maestro lo invitó a entrar y lo llevó hasta su habitación. La luna llena brillaba en el cielo y todo el ambiente respiraba una profunda tranquilidad.
-¿Ves esta luna, qué bonita es? Ella cruzará todo el firmamento y mañana el sol volverá a brillar. Solo que la luz del sol es mucho más fuerte y consigue mostrar los detalles del paisaje que tenemos a nuestra frente; árboles, montañas, nubes. He contemplado a los dos durante años, y nunca escuché a la luna decir “¿Por qué no tengo el mismo brillo que el sol? ¿es que quizás soy inferior a él?”

-Claro que no, -respondió el samurai,- la luna y el sol son dos cosas diferentes, y cada uno tiene su propia belleza. No podemos comparar a los dos.

-Entonces, ya sabes la respuesta. Somos dos personas diferentes, cada cual luchando a su manera por aquello que cree, y haciendo lo posible para tornar a este mundo mejor; el resto son solo apariencias.
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Mensaje  Paula Jue Ene 09, 2014 4:27 am

LA BOBINA MARAVILLOSA

Érase un principito que no quería estudiar. Cierta noche, después de haber recibido una buena regañina por su pereza, suspiró tristemente diciendo:
-¡Ay! ¿Cuánto seré mayor para hacer lo que me apetezca?

Y he aquí que, a la mañana siguiente, descubrió sobre su cama una bobina de hilo de oro de la que salió una débil voz:
-Trátame con cuidado, príncipe. Este hilo representa la sucesión de tus días. Conforme vayan pasando, el hilo se irá soltando. No ignoro que deseas crecer pronto... Pues bien, te concedo el don de desenrollar el hilo a tu antojo, pero todo aquello que hayas desenrollado no podrás ovillarlo de nuevo, pues los días pasados no vuelven.

El príncipe para cerciorarse, tiró con ímpetu del hilo y se encontró convertido en un apuesto príncipe. Tiró un poco más y se vio llevando la corona de su padre.

¡Era rey! Con un nuevo tironcito, inquirió:
-Dime, bobina, ¿cómo serán mi esposa y mis hijos?

En el mismo instante una bellísima joven y cuatro niños surgieron a su lado. Sin pararse a pensar, su curiosidad se iba apoderando de él y siguió soltando más hilo para saber como serían sus hijos de mayores.

De pronto se miró al espejo y vio la imagen de un anciano decrépito, de escasos cabellos nevados. Se asustó de sí mismo y del poco hilo que quedaba en la bobina. ¡Los instantes de su vida estaban contados!

Desesperadamente, intentó enrollar el hilo en el carrete, pero sin lograrlo. Entonces la débil vocecilla que ya conocía, habló así:
-Has desperdiciado tontamente tu existencia. Ahora ya sabes que los días perdidos no pueden recuperarse. Has sido un perezoso al pretender pasar por la vida sin molestarte en hacer el trabajo de todos los días. Sufre, pues, tu castigo.

El rey, tras un grito de pánico, cayó muerto: había consumido la existencia sin hacer nada de provecho.
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Mensaje  Paula Sáb Ene 18, 2014 7:21 am

EL INDIO QUE NO CUMPLÍA SU PALABRA
(INDIOS OGLALES, EEUU)


En el comienzo del mundo, cuando todavía no había demasiada gente, el Gran Espíritu podía acercarse a cada indio y darle aquello que necesitaba. Pero cuando sobre la tierra ya había mucha gente no podía escucharlos a todos y decidió colocar enla tierra de los indios oglales una roca en forma de hombre y les dijo:
- Hay indios por toda la tierra, así es que yo he de viajar por todo el mundo. Si alguno de vosotros necesita ayuda que venga aquí y se lo pida a la roca. Esta roca tiene el poder de comunicarse conmigo.

Entonces, los oglales se acostumbraron a hablar con aquella roca y cuando escaseaban los bisontes o había mucha sequía, le pedían ayuda y la roca resolvía sus problemas.
Había un indio llamado Raya Rota a quien no le gustaba cazar y vivía muy pobremente. Un día que no tenía nada para comer se acercó a la roca y le pidió:
- Sé que eres tan poderosa como el Gran Espíritu, ya ves que soy pobre y desgraciado. ¿Podrías ayudarme?.

La roca le contestó:
- Desde que te conozco no te he visto cazar nunca.
- Es que tengo un arco muy malo, mi lanza no tiene punta y he perdido mi hacha –le contestó Raya Rota- y además mis piernas son débiles y no puedo correr detrás de los ciervos.
- ¿Y por qué no vas a pescar? – le preguntó la roca.
- La última vez que atrapé un pez se me escapó y se llevó el arpón.
- ¿Qué quieres entonces?- dijo la roca .
- Querría un ciervo pequeñito. A cambio yo te taparía con mi manta de piel de bisonte. En invierno las noches refrescan y tendrás frío.

La roca le dijo que se guardase la manta, y que le concedería el deseo.
- No, no yo quiero regalártela – dijo Raya Rota- seguro que tú la necesitas más que yo
El indio tapó la roca con su manta llena de agujeros y marchó.

Cuando volvía hacia su tienda encontró un pequeño ciervo muerto. Lo cogió, le arrancó la piel y lo puso en el fuego a asar.
Mientras el ciervo se tostaba en el fuego comenzó a hacer mucho frío y Raya Rota pensó: “¿Por qué habré dado mi manta a una roca?. Me parece una estupidez, una roca tapada y yo pasando frío”.

Dejó el ciervo tostándose al fuego y el indio volvió a la roca para coger su manta y se la puso en sus espaldas. Después de comerse al ciervo se fue a dormir.

Al cabo de unos cuantos días volvió a tener hambre y pensó: “Volveré a la roca y le pediré que me dé comida”.
- Tengo hambre, mucha hambre. ¿Podrías darme un poco de carne? –le dijo el indio.
- ¿Qué has hecho con el ciervo que te di?
- Era un animal muy pequeño y me ha durado poco tiempo.
- ¿Aún no has arreglado tus armas para cazar? –dijo la roca.
- La cuerda de mi arco se ha roto. Necesito piel de bisonte para hacerme una. Si me proporcionas un bisonte tendrás mi agradecimiento.

La roca parecía dudar y entonces el indio le dijo:
- Te daré mi manta. Pronto lloverá y con ella estarás cubierta.

El indio volvió a su casa y al llegar se encontró con un bisonte. Raya Rota le arrancó la piel, la puso a secar y a continuación puso la carne a asar. Pero el indio había cogido poca leña y el fuego no era suficiente para un animal tan grande.

Al poco rato comenzó a llover y a hacer mucho frío. Calado hasta los huesos el indio dijo: “¡qué estúpido he sido al darle mi manta a la roca. La roca puede aguantar el mal tiempo sin peligro, mientras yo me puedo morir por la humedad y el frío!”.

Con este pensamiento, el indio volvió a la roca y le cogió la manta. Después emprendió el camino de vuelta con la manta a sus espaldas. Al llegar observó que el bisonte había desaparecido y al fuego le quedaba muy poca leña.

Raya Rota comprendió que la roca le había castigado por no cumplir con su palabra.

El indio volvió delante de la roca y pidió y pidió que le ayudase.
La roca no le hizo caso y Raya Rota se entristeció mucho por su comportamiento.

Desde aquel día Raya Rota y los indios Oglales han aprendido que para merecer los favores del Gran Espíritu es necesario el esfuerzo personal, en caso contrario es mejor no pedir nada y que si los espíritus regalan alguna cosa hay que agradecérselo.
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Mensaje  Paula Sáb Ene 18, 2014 7:21 am

Los seis ciegos y el elefante (Cuento de la India)

Hace más de mil años, en el Valle del Río Brahmanputra, vivían seis hombre ciegos que pasaban las horas compitiendo entre ellos para ver quién era de todos el más sabio.

Para demostrar su sabiduría, los sabios explicaban las historias más fantásticas que se les ocurrían y luego decidían de entre ellos quién era el más imaginativo.

Así pues, cada tarde se reunían alrededor de una mesa y mientras el sol se ponía discretamente tras las montañas, y el olor de los espléndidos manjares que les iban a ser servidos empezaba a colarse por debajo de la puerta de la cocina, el primero de los sabios adoptaba una actitud severa y empezaba a relatar la historia que según él, había vivido aquel día. Mientras, los demás le escuchaban entre incrédulos y fascinados, intentando imaginar las escenas que éste les describía con gran detalle.

La historia trataba del modo en que, viéndose libre de ocupaciones aquella mañana, el sabio había decidido salir a dar una paseo por el bosque cercano a la casa, y deleitarse con el cantar de las aves que alegres, silbaban sus delicadas melodías. El sabio contó que, de pronto, en medio de una gran sorpresa, se le había aparecido el Dios Krishna, que sumándose al cantar de los pájaros, tocaba con maestría una bellísima melodía con su flauta. Krishna al recibir los elogios del sabio, había decidido premiarle con la sabiduría que, según él, le situaba por encima de los demás hombres.

Cuando el primero de los sabios acabó su historia, se puso en pie el segundo de los sabios, y poniéndose la mano al pecho, anunció que hablaría del día en que había presenciado él mismo la famosa Ave de Bulbul, con el plumaje rojo que cubre su pecho. Según él, esto ocurrió cuando se hallaba oculto tras un árbol espiando a un tigre que huía despavorido ante un puerco espín malhumorado. La escena era tan cómica que el pecho del pájaro, al contemplarla, estalló de tanto reír, y la sangre había teñido las plumas de su pecho de color carmín.

Para poder estar a la altura de las anteriores historias, el tercer sabio tosía y chasqueaba la lengua como si fuera un lagarto tomando el sol, pegado a la cálida pared de barro de una cabaña. Después de inspirarse de esta forma, el sabio pudo hablar horas y horas de los tiempos de buen rey Vikra Maditya, que había salvado a su hijo de un brahman y tomado como esposa a una bonita pero humilde campesina.

Al acabar, fue el turno del cuarto sabio, después del quinto y finalmente el sexto sabio se sumergió en su relato. De este modo los seis hombres ciegos pasaban las horas más entretenidas y a la vez demostraban su ingenio e inteligencia a los demás.

Sin embargo, llegó el día en que el ambiente de calma se turbó y se volvió enfrentamiento entre los hombres, que no alcanzaban un acuerdo sobre la forma exacta de un elefante. Las posturas eran opuestas y como ninguno de ellos había podido tocarlo nunca, decidieron salir al día siguiente a la busca de un ejemplar, y de este modo poder salir de dudas.

Tan pronto como los primeros pájaros insinuaron su canto, con el sol aún a medio levantarse, los seis ciegos tomaron al joven Dookiram como guía, y puestos en fila con las manos a los hombros de quien les precedía, emprendieron la marcha enfilando la senda que se adentraba en la selva más profunda. No habían andado mucho cuando de pronto, al adentrarse en un claro luminoso, vieron a un gran elefante tumbado sobre su costado apaciblemente. Mientras se acercaban el elefante se incorporó, pero enseguida perdió interés y se preparó para degustar su desayuno de frutas que ya había preparado.

Los seis sabios ciegos estaban llenos de alegría, y se felicitaban unos a otros por su suerte. Finalmente podrían resolver el dilema y decidir cuál era la verdadera forma del animal.

El primero de todos, el más decidido, se abalanzó sobre el elefante preso de una gran ilusión por tocarlo. Sin embargo, las prisas hicieron que su pie tropezara con una rama en el suelo y chocara de frente con el costado del animal.

-¡Oh, hermanos míos! –exclamó- yo os digo que el elefante es exactamente como una pared de barro secada al sol.

Llegó el turno del segundo de los ciegos, que avanzó con más precaución, con las manos extendidas ante él, para no asustarlo. En esta posición en seguida tocó dos objetos muy largos y puntiagudos, que se curvaban por encima de su cabeza. Eran los colmillos del elefante.

-¡Oh, hermanos míos! ¡Yo os digo que la forma de este animal es exactamente como la de una lanza...sin duda, ésta es!

El resto de los sabios no podían evitar burlarse en voz baja, ya que ninguno se acababa de creer los que los otros decían. El tercer ciego empezó a acercarse al elefante por delante, para tocarlo cuidadosamente. El animal ya algo curioso, se giró hacía él y le envolvió la cintura con su trompa. El ciego agarró la trompa del animal y la resiguió de arriba a abajo notando su forma alargada y estrecha, y cómo se movía a voluntad.

-Escuchad queridos hermanos, este elefante es más bien como...como una larga serpiente.

Los demás sabios disentían en silencio, ya que en nada se parecía a la forma que ellos habían podido tocar. Era el turno del cuarto sabio, que se acercó por detrás y recibió un suave golpe con la cola del animal, que se movía para asustar a los insectos que le molestaban. El sabio prendió la cola y la resiguió de arriba abajo con las manos, notando cada una de las arrugas y los pelos que la cubrían. El sabio no tuvo dudas y exclamó:

-¡Ya lo tengo! – dijo el sabio lleno de alegría- Yo os diré cual es la verdadera forma del elefante. Sin duda es igual a una vieja cuerda.

El quinto de los sabios tomó el relevo y se acercó al elefante pendiente de oír cualquiera de sus movimientos. Al alzar su mano para buscarlo, sus dedos resiguieron la oreja del animal y dándose la vuelta, el quinto sabio gritó a los demás:

-Ninguno de vosotros ha acertado en su forma. El elefante es más bien como un gran abanico plano – y cedió su turno al último de los sabios para que lo comprobara por sí mismo.

El sexto sabio era el más viejo de todos, y cuando se encaminó hacia el animal, lo hizo con lentitud, apoyando el peso de su cuerpo sobre un viejo bastón de madera. De tan doblado que estaba por la edad, el sexto ciego pasó por debajo de la barriga del elefante y al buscarlo, agarró con fuerza su gruesa pata.

-¡Hermanos! Lo estoy tocando ahora mismo y os aseguro que el elefante tiene la misma forma que el tronco de una gran palmera.

Ahora todos habían experimentado por ellos mismos cuál era la forma verdadera del elefante, y creían que los demás estaban equivocados. Satisfecha así su curiosidad, volvieron a darse las manos y tomaron otra vez la senda que les conducía a su casa.

Otra vez sentados bajo la palmera que les ofrecía sombra y les refrescaba con sus frutos, retomaron la discusión sobre la verdadera forma del elefante, seguros de que lo que habían experimentado por ellos mismos era la verdadera forma del elefante.

Seguramente todos los sabios tenían parte de razón, ya que de algún modo todas las formas que habían experimentado eran ciertas, pero sin duda todos a su vez estaban equivocados respecto a la imagen real del elefante.
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Mensaje  Paula Sáb Ene 18, 2014 7:22 am

VENDO CASA

El dueño de un pequeño negocio, amigo del gran poeta Claudio Martinez Payva, cierto día lo encontró en la calle y le dijo: señor, estoy necesitando vender mi casa, que usted tan bien conoce. ¿Me podría redactar el aviso para el diario?

Martinez Payva tomó lápiz y papel, y escribió:

“Se vende encantadora propiedad, donde cantan los pájaros al amanecer en las extensas arboledas.
Rodeado por las cristalinas aguas de un lindo riachuelo.
La casa, bañada por el sol naciente, ofrece la sombra tranquila de las tardes en la baranda.
Los ambientes son espaciado y claros, propicios para la meditación y la calma mental ”

Algunos meses después, el poeta se encontró con el comerciante, y le preguntó si ya había vendido la casa.

No pensé más en eso, dijo el hombre. ¡Después de que leí el aviso me di cuenta de la maravilla que tenía!
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Mensaje  Paula Sáb Ene 18, 2014 7:22 am

LA ISLA DE LOS SENTIMIENTOS

Erase una vez una isla donde habitaban todos los sentimientos: La alegría, la tristeza y muchos más, incluyendo el amor.

Un día, se les fue avisando a los moradores, que la isla se iba a hundir. Todos los sentimientos se apresuraron a salir de la isla, se metieron en sus barcos y se preparaban a partir, pero el amor se quedó, porque se quería quedar un rato más con la isla que tanto amaba, antes de que se hundiese.
Cuando por fin, estaba ya casi ahogado, el amor comenzó a pedir ayuda.

En eso venía la riqueza y el amor dijo: Riqueza, llévame contigo!, -No puedo, hay mucho oro y plata en mi barco, no tengo espacio para ti dijo la riqueza.

El le pidió ayuda a la vanidad, que también venía pasando... Vanidad, por favor ayúdame!, -No te puedo ayudar, amor, tú estás todo mojado y vas a arruinar mi barco nuevo!

Entonces, el amor le pidió ayuda a la tristeza: Tristeza, me dejas ir contigo? Ay amor! Estoy tan triste que prefiero ir sola...

También pasó la alegría, pero ella estaba tan alegre que ni oyó al amor llamar.

Desesperado, el amor comenzó a llorar, ahí fue cuando una voz le llamó: Ven, amor, yo te llevo.

Era un viejito, y el amor estaba tan feliz que se le olvidó preguntarle su nombre.

Al llegar a tierra firme, le preguntó a la sabiduría: ¿Sabiduría, quién era el viejito que me trajo aquí?

La sabiduría respondió: Era el tiempo. ¿EL TIEMPO?

¿PERO POR QUÉ SÓLO EL TIEMPO ME QUISO TRAER?

LA SABIDURÍA RESPONDIÓ: PORQUE SÓLO EL TIEMPO ES CAPAZ DE AYUDAR Y ENTENDER AL AMOR...
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Mensaje  Paula Sáb Ene 18, 2014 7:23 am

Una mujercita con suerte

Una mujer pobre tenía la costumbre de ir todas las mañanas a un bosque cercano a su casa para recoger leña, que luego vendía a sus vecinos. Cierto día, encontró bajo un roble un caldero viejo de latón, ya muy oxidado por la intemperie.

―¡Vaya, qué suerte! ―exclamó―. Tiene un agujero, y no me servirá para llevar agua, pero podré utilizarlo para plantar flores.

Tapó el caldero con su mantón y, cargándoselo al hombro, emprendió el camino hacia su humilde choza. Pero empezó a notar que el caldero iba pesando más y más, así que se sentó a descansar. Cuando puso el caldero en el suelo, vio con asombro que estaba lleno de monedas de oro.

―¡Qué suerte tengo! ―volvió a exclamar, llena de alegría―. Todas estas monedas para una pobre mujer como yo.

Mas pronto tuvo que volver a pararse. Desató el mantón para ver su tesoro y, entonces, se llevó otra sorpresa: el caldero lleno de oro se había convertido en un trozo de hierro.
―¡Qué suerte tan maravillosa! ―dijo―. ¿Qué iba a hacer una mujercita como yo con todas esas monedas de oro? Seguro que los ladrones me robarían todo. Por este trozo de hierro me ganaré unas cuantas monedas normales, que es todo lo que necesito para ir tirando.

Envolvió el trozo de hierro, y prosiguió su camino.

Cuando salió del bosque, volvió a sentarse, y decidió mirar otra vez en su mantón, por si el destino le había dado otra sorpresa. Y, en efecto, así era: el trozo de hierro se había convertido en una gran piedra.

―¡Vaya suerte que tengo hoy! ―dijo―. Esta piedra es lo que necesito para sujetar la puerta del jardín, que siempre golpea cuando hace viento.

En cuanto llegó a su casa, fue hacia la puerta del jardín y abrió el mantón para sacar la piedra. Mas, nada más desatar los nudos, una extraña criatura saltó fuera. Tenía una enorme cola con pelos de varios colores, unas orejas puntiagudas y unas patas largas y delgadísimas. La mujercita quedó maravillada al ver que la aparición daba tres vueltas alrededor y luego se alejaba bailando por el valle.

―¡Qué suerte tengo! ―exclamó―. Pensar que yo, una pobre mujercita, ha podido contemplar este maravilloso espectáculo... Estoy segura de que soy la pobre mujercita solitaria con más suerte del mundo entero.

Y se fue a la cama tan alegre como siempre. Y, según se cuenta, lo más curioso es que, desde aquel día, la suerte de esta pobre mujer cambió, y ya nunca más volvió a ser pobre ni solitaria.
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Mensaje  Paula Sáb Ene 18, 2014 7:24 am

A mi madre le decían loca

A mi Madre le decían loca, pero no era loca, era profesora. Hablaba diferente. Decía: Los ojos sirven para escuchar.
Yo tenía diez años de edad. Un niño no comprende el lenguaje vertical y pensaba que quizá mi madre era loca. Cierta vez me armé de valor y le pregunté:

¿Con qué miramos?
Mi madre me respondió:
-Con el corazón.

Cuando mi madre se levantaba de buen humor cantaba: "Hoy me he puesto mi vestido de veinte años". Yo sabía que no tenía veinte años y la miraba,nada más. ¿Qué puede hacer un niño, sino escuchar?
Si mi madre estaba triste decía estar vestida de niebla.
"Hoy tengo ochenta años" (dijo,) cuando desaprobé un curso. Al fin pude terminar la educación primaria.
El día de la clausura llegó tarde. Se disculpó diciendo:"Hijito, me demoré porque estuve buscando mi vestido de Primera Comunión, ¿No ves mi vestido de Primera Comunión?. Miré a mi madre y no estaba vestida de Primera Comunión.
Después tuvo ese accidente fatal. Me llamó a su lado,cogió fuerte mis manos y dijo: "No tengas pena, la muerte no es para siempre". Pensé: mi Madre no se da cuenta de lo que habla. Si uno muere es para siempre.

Era niño y no entendía sus palabras. Ahora tengo cincuenta años y recién comprendo sus enseñanzas.

Sí, Madre. Podemos tener 20 años y al día siguiente ochenta. Todo depende de nuestro estado de ánimo. Los ojos sirven para escuchar porque debemos mirar con atención a quien nos habla.
Para conocer la realidad esencial de una persona tenemos que mirarla con el corazón. La muerte no es para siempre, sólo muere lo que se olvida y a mi madre la recuerdo porque la quiero.
Ahora ... en sueños platicamos... nos reímos de su método de enseñanza.

Aprendí a mirar con el corazón. Una noche me dijo: "He notado que te molestas si tus amigos te dicen loco y eso no está bien.

Es natural que el hijo de una loca sea loco. Entonces -por primera vez- repliqué a mi madre y le dije: Madre, te equivocas, no siempre el hijo de una loca tiene que ser loco; a veces es poeta.

Por eso puedo decir con orgullo: A mi madre le decían loca, pero no era loca, era profesora. Me enseñó a descubrir la vida después de la muerte.
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Mensaje  Paula Sáb Ene 18, 2014 7:24 am

Cuidado con los prejuicios

Durante un fin de semana en un Casino de un Hotel de Atlantic City, Nueva Jersey, una mujer se ganó una cubeta llena de monedas de veinticinco centavos de dólar. Decidió tomarse un descanso para ir a cenar con su esposo en el Comedor del Hotel, pero primero quería guardar en su cuarto la cubeta con las monedas.

- Ya vuelvo, guardo esto y nos vamos a cenar- le dijo a su esposo.

Se dirigió al ascensor y cuando intentó entrar, vio que ya dos hombres estaban adentro. Ambos eran negros. Uno de ellos era grande, muy grande, una mole intimidante y presionaba el botón que mantenía la puerta abierta. La mujer se congeló en la puerta del ascensor. Su primer pensamiento fue:

¡¡Estos dos negros me van a robar!!

Su siguiente pensamiento fue:

-No seas racista, ellos parecen unos caballeros amables!!

Pero sus estereotipos raciales eran muy poderosos y el miedo la mantuvo inmovilizada. Permaneció parada y mirando fijamente a ambos hombres. Se sentía angustiada, aturdida, avergonzada. Rogó que ellos no pudieran leer sus pensamientos, pero sabía que seguramente sabían lo que le pasaba. Su vacilación en entrar con ellos al ascensor era demasiado obvia. Se sonrojó. Sabía que no podía permanecer parada ante ellos, por lo que con un gran esfuerzo dio un primer paso hacia el ascensor y luego otro y otro, hasta lograr entrar. Evitando el contacto visual con ellos, se volteó rápidamente y quedó de frente a la puerta, con los dos negros detrás de ella. ¡Sus temores se incrementaron! La puerta se había cerrado, pero el ascensor no se movía. El pánico la consumía. ¡Dios mío, pensó, estoy atrapada y a punto de ser robada! Su corazón latía apresuradamente. Sudaba por cada poro de su piel. Luego,uno de los hombres dijo: ¡¡Al piso!!
Su instinto de supervivencia le aconsejó: Haz lo que te digan. No opongas resistencia por una cubeta llena de monedas. ¡¡Piensa en tu integridad física!! Lanzó la cubeta hacia arriba, extendió sus brazos y se tiró de cabeza sobre la alfombra del piso del ascensor y cerró sus ojos con firmeza. Una Lluvia de monedas cayó sobre ella. Rogó a Dios que los dos negros tomaran las monedas y que no le hicieran daño. Pasaron unos segundos que le parecieron interminables.
Oyó que uno de los dos hombres, le dijo cortésmente:

-Señora, si nos dice a que piso se dirige, presionaremos el botón correspondiente.

El que lo dijo tuvo problemas en articular las palabras. Estaba tratando muy vigorosamente de no soltar una carcajada. Ella abrió los ojos, levantó la cabeza y miró hacia arriba a ambos negros. Ellos le ofrecieron sus manos para ayudarla a levantarse. Confundida, trastabilló hasta lograr ponerse de pie. El más bajo de los dos le dijo:

- Cuando le dije a mi amigo "al piso", quise decir que debería presionar el botón de nuestro piso. No quise decir que usted se arrojara al piso, señora.

El hombre se estaba mordiendo los labios. Era obvio que a duras penas podía contener las carcajadas que se revolvían incontenibles en su interior.
Ella pensó:

-Dios mío, he hecho el gran ridículo.

Estaba muy humillada para poder hablar. Deseaba lograr emitir una disculpa, pero no le salían las palabras. ¿Como se le pide disculpas a dos respetables caballeros con quienes te comportaste como si te fueran a robar? No sabía que decir, apenas logró tartamudear el número de su piso. Entre los tres recogieron las monedas y rellenaron la cubeta. Cuando el ascensor llegó al piso de ella, los dos hombres insistieron en acompañarla hasta la puerta de su habitación. Ella caminaba muy inestablemente y los dos hombres temían que ella no lograría llegar hasta el final del corredor. En frente a la puerta de su habitación, ellos le desearon que tuviese una buena noche. Mientras ella se escurría dentro de su cuarto, podía oír las grandes carcajadas de ambos hombres caminando hacia el ascensor. La mujer se cepilló el traje, se peinó y logró calmarse y controlarse. Bajó a cenar con su esposo.

Al día siguiente, un ramo de flores fue llevado a su habitación -- una docena de rosas. La tarjeta del ramo decía:

Muchas gracias por las mejores carcajadas que hemos tenido en muchos años.

Estaba firmada: Eddie Murphy y Michael Jordan.
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Mensaje  Paula Miér Ene 29, 2014 8:32 am

La horca

Había un hombre muy rico que poseía muchos bienes, una gran estancia, mucho ganado, varios empleados, y un único hijo, su heredero.

Lo que más le gustaba al hijo era hacer fiestas, estar con sus amigos y ser adulado por ellos.

Su padre siempre le advertía que sus amigos solo estarían a su lado mientras él tuviese algo que ofrecerles; después, le abandonarían.

Un día, el viejo padre, ya avanzado en edad, dijo a sus empleados que le construyan un pequeño establo. Dentro de él, el propio padre preparó una horca y, junto a ella, una placa que decia:

PARA QUE NUNCA DESPRECIES LAS PALABRAS DE TU PADRE

Mas tarde, llamó a su hijo y lo llevó al establo y le dijo: ¡Esta horca es para ti!

Quiero que me prometas que, si sucede lo que yo te dije, te ahorcarás en ella.

El joven se rió, pensó que era un absurdo, pero, para no contradecir al padre, prometió, pensando que eso jamás podría suceder.

El tiempo pasó, el padre murió, y su hijo se encargó de todo, pero, así como su padre había previsto, el joven gastó todo, vendió los bienes, perdió sus amigos y hasta la propia dignidad.

Desesperado y afligido, comenzó a reflexionar sobre su vida y vio que había sido un tonto. Se acordó de las palabras de su padre y comenzó a decir:

Ah, padre mío... Si yo hubiese escuchado tus consejos... Pero ahora es demasiado tarde.

Yo nunca seguí las palabras de mi padre, no pude alegrarle cuando estaba vivo, pero, al menos esta vez, haré su voluntad. Voy a cumplir mi promesa. No me queda nada mas...

Entonces, él subió los escalones y se colocó la cuerda en el cuello, y pensó:

Ah, si yo tuviese una nueva oportunidad...

Entonces, se tiró desde lo alto de los escalones y, por un instante, sintió que la cuerda apretaba su garganta... Era el fin.

Pero el brazo de la horca era hueco y se quebró fácilmente y el joven cayó al piso.

Sobre él cayeron joyas, esmeraldas, perlas, rubíes, zafiros y diamantes, muchos diamantes...

La horca estaba llena de piedras preciosas y una nota también cayó en medio de ellas.

En ella estaba escrito:

Esta es tu nueva oportunidad. ¡Te amo mucho! Con amor, tu viejo padre.
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Mensaje  Paula Miér Ene 29, 2014 8:32 am

EL PEQUEÑO BOMBERO

La madre de 26 años se quedó absorbida mirando a su hijo que moría de leucemia terminal. Aunque su corazón estaba agobiado por la tristeza, también tenía ella un fuerte sentido de determinación. Como cualquier padre, ella deseaba que su hijo creciera y realizara todos sus sueños. Pero ahora eso no era posible para su hijo. La leucemia no se lo permitiría. Pero aún así, ella todavía quería que los sueños de su hijo se realizaran.
Ella tomó la mano de su hijo y le pregunto:

- Billy, ¿alguna vez pensaste en lo que querías ser cuando crecieras?

¿Soñaste alguna vez y pensaste en lo que harías con tu vida?

- Mamá, siempre quise ser un bombero cuando creciera.

La madre sonrió y dijo: -- Veamos si podemos hacer realidad tu sueño.

Ese día, mas tarde, ella se dirigió a la Estación de Bomberos de Phoenix, Arizona. Allí conoció al bombero Bob, un hombre con un corazón grande como Phoenix. Ella le explica el deseo último de su hijo y le preguntó si era posible darle a su hijo de seis años un paseo alrededor de la cuadra en camión bombero.

El bombero Bob dijo: - Mire, podemos hacer algo mejor que eso. Tenga a su hijo listo mañana miércoles a las 7 en punto de la mañana y lo haremos un 'Bombero Honorario' durante todo el día. Él puede venir con nosotros aquí a la estación, comer con nosotros, salir con nosotros cuando recibamos llamadas de incendios, por todo lo ancho. Y si usted nos da sus medidas, le conseguiremos un verdadero uniforme de bombero, con un sombrero verdadero que lleve el emblema de Estación de Bomberos de Phoenix, no uno de juguete, sino el emblema amarillo que nosotros llevamos y sus botas de hule. Todo eso es hecho aquí en Phoenix, así que nos es fácil conseguirlo bastante rápido.
Tres días más tarde el bombero Bob recogió a Billy, le puso su uniforme de bombero y lo condujo desde la cama del hospital hasta el camión bombero. Billy tuvo que sentarse en la parte de atrás del camión y ayudar a conducirlo de regreso a la estación. El se sentía como en el cielo. Hubo tres llamadas en Phoenix ese día y Billy tuvo que salir en las tres llamadas. Él fue en tres camiones diferentes. Fue en el microbús paramédico y también en el carro del Jefe de Bomberos.

También le tomaron videos para las noticias locales de televisión. Habiendo hecho realidad su sueño y con todo el amor y la atención que le fue dada, Billy fue tocado tan profundamente en su corazón, que logro vivir tres meses más de lo que cualquier médico pensó que viviría.

Una noche todas sus señales vitales comenzaron a decaer dramáticamente y el Jefe de Enfermería, que creía en el concepto hospital que nadie debe morir solo, comenzó a llamar a los miembros de la familia para que vinieran al hospital. Luego, recordó el día en que Billy había pasado como si fuera un bombero, así que llamo al Jefe de la Estación y le preguntó si era posible que enviara a un 'bombero' uniformado al hospital para que estuviera con Billy mientras entregaba su alma.

El Jefe le dijo: -- Haremos algo mejor. Estaremos allí en cinco minutos. ¿Me hará un favor? Cuando oigan las sirenas sonando y las luces centelleando, ¿podría anunciar por los altoparlantes que no hay ningún incendio sino que es el Departamento de Bomberos que va a ver a uno de sus más finos miembros una vez más? Y por favor, ¿podría abrir la ventana de su cuarto?

Como cinco minutos más tarde, un gancho y la escalera del carro bombero, llegaron al hospital, y se extendieron hasta el tercer piso donde estaba la ventana abierta del cuarto de Billy y 16 bomberos subieron por ella y entraron al cuarto. Con el permiso de su mamá, cada uno de ellos lo abrazaron y lo arrullaban diciéndole cuanto lo amaban. Con su aliento agonizante, Billy miro al Jefe de los Bomberos y dijo:

- ¿JEFE? ¿SOY VERDADERAMENTE UN BOMBERO AHORA? El Jefe le respondió:

--SI, BILLY, LO ERES.

Con esas palabras, Billy sonrío y cerró sus ojos por última vez.
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Mensaje  Paula Miér Ene 29, 2014 8:33 am

Un anciano que tenía un grave problema de miopía se consideraba un experto en evaluación de arte. Un día visitó un museo con algunos amigos. Se le olvidaron las gafas en su casa y no podía ver los cuadros con claridad, pero eso no le frenó en manifestar sus fuertes opiniones. Tan pronto entraron a la galería, comenzó a criticar las diferentes pinturas. Al detenerse ante lo que pensaba era un retrato de cuerpo entero, empezó a criticarlo. Con aire de superioridad dijo:

-"El marco es completamente inadecuado para el cuadro. El hombre esta vestido en una forma muy ordinaria y andrajosa. En realidad, el artista cometió un error imperdonable al seleccionar un sujeto tan vulgar y sucio para su retrato. Es una falta de respeto".

El anciano siguió su parloteo sin parar hasta que su esposa logró llegar hasta él entre la multitud y lo apartó discretamente para decirle en voz baja:

-"Querido, estás mirando un espejo".
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Mensaje  Paula Dom Feb 09, 2014 5:59 am

EL CANTO DE LA GRULLA !

Umana era un ser angelical, cantaba como los dioses santos, las plegarias todos los días. Ananda como ustedes saben, era el discípulo amado de Buda, sin embargo, aunque luchaba no podía eliminar los celos de su corazón, y cuanta vez podía, luchaba contra todo y contra todos, por lucirse ante el maestro. Un día que Umana cantaba las plegarias, Ananda que no precisamente cantaba muy bien, quiso acompañarle en su cántico, y se adelantaba a Umana, lo cual a los monjes les parecía que era el colmo de la competencia. Un dìa, queriendo MADSYA el maestro de turno, darle una lección, sin que Ananda lo notara, invitó a Buda a escuchar el canto de Umana, sabiendo que Ananda estaría también presente. Cuando Umana comenzó a cantar, Ananda comenzó a cantar como siempre, no atinando a las notas, y apresurado e inquieto. Madsya contemplaba en silencio el rostro del Buda, quien cerrando los ojos juntó devotamente sus manos, y guardó silencio. Al finalizar el canto y terminar las plegarias, tanto Madsya como Buda intercambiaron palabras: Maestro, què os ha parecido el canto de nuestro ángel Umana? Habéis oído cómo Ananda interrumpía el canto bello con sus berridos? A lo que Buda le contestó: No hay duda , querido hermano que el canto de Umana es ciertamente muy hermoso, pero más hermoso fue aún el canto de la lejana grulla que en su nido alimentaba a sus polluelos. Ese canto sí que envolvió mi corazón.... y que tu no pudiste escuchar porque estabas perdiendo el tiempo escuchando a Ananda......!
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Mensaje  Paula Miér Feb 12, 2014 3:53 am

Había dos templos rivales. Los dos maestros —probablemente sólo se trataba de supuestos maestros; en realidad, debían ser sacerdotes estaban tan en contra el uno del otro que le dijeron a sus seguidores que no debían mirar nunca hacia el otro templo. Cada sacerdote tenía un niño a su servicio para traerle cosas o hacer los recados. El sacerdote del primer templo le dijo a su niño sirviente: —No hables nunca con el otro chico. Esa gente es peligrosa. Pero los niños son niños. Un día se encontraron en la carretera, y el niño del primer templo le preguntó al otro:

-¿Adónde vas? El otro le dijo:

—A donde me lleve el viento. —Una gran declaración. Pero el primer niño estaba muy avergonzado y ofendido porque no había encontrado ninguna respuesta a esto. Estaba triste y enfadado, y también le remordía la conciencia. Mi maestro me ha dicho que no debía hablar con esa gente. Esa gente es realmente peligrosa. Pero ¿qué clase de respuesta es ésa? Me ha humillado. Fue a su maestro y le dijo lo que había ocurrido:

—Siento haber hablado con él. Tenías razón, son raros. ¿Qué clase de respuesta es ésa? Yo le pregunté: «¿Adónde vas?» una pregunta sencilla, normal y sabía que estaba yendo al mercado igual que yo. Pero me contestó: «A donde me lleve el viento.» El maestro le dijo:

—Te había advertido, pero no me has hecho caso. Mira, mañana te vuelves a colocar en el mismo sitio. Cuando llegue él, le preguntas: -«¿Adónde vas?», y él dirá: «A donde me lleve el viento.>~ Entonces, tú también tienes que ser un poco más filosófico y decirle: «¿Y si no tienes piernas?» —porque el alma es incorpórea y el viento no se puede llevar al alma a ningún sitio, entonces, ¿qué harás?» El niño quería estar absolutamente preparado; se pasó toda la noche repitiéndolo. A la mañana siguiente se marchó muy pronto hacia el lugar, se colocó en el mismo sitio, y a la misma hora volvió a aparecer el otro niño. Estaba muy contento, ahora le iba a enseñar qué es la verdadera filosofía. Así que le preguntó:

—¿Adónde vas? —Y se quedó esperando. El niño dijo:

—Voy al mercado a comprar verduras. Y ahora, ¿de qué le servía la filosofía que había aprendido?

La vida es así. No puedes prepararte, no puedes estar listo. Ésa es su belleza, ése es el misterio, que siempre te coge de sorpresa, siempre llega de sorpresa.Cada momento es una sorpresa y no se puede aplicar una respuesta premeditada.

Osho - El Coraje de Vivir peligrosamente
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Mensaje  Paula Miér Feb 12, 2014 3:53 am

Parábola del Amor

"Te moldearé", le dijo el hacha al pedazo de hierro mientras descendía con toda su fuerza sobre uno de sus costados.

Pero a cada golpe que le daba iba perdiendo su filo, hasta que después de un rato aquella herramienta no pudo más, había quedado completamente obtusa.

"Déjenmelo a mí", repuso el serrucho mientras clavaba sus dientes en el pedazo de hierro, los cuales fueron desapareciendo uno por uno.

"Yo me encargaré de modelarlo", profirió con arrogancia el martillo, mientras se burlaba de sus compañeros que habían fracasado. Pero después de varios golpes se le quebró el mango y se le desprendió la cabeza.

"¿Me permiten probar?, inquirió humildemente una pequeña llama. Los tres se rieron a carcajadas, pero se lo permitieron porque estaban convencidos de que también iba a fracasar. Sin embargo, aquella llamita cubrió el pedazo de hierro; no se desprendió de él, lo abrazó y lo abrazó hasta volverlo blando y darle la figura que quería.

Aquella pequeña llama logró lo que las otras tres poderosas herramientas no pudieron alcanzar. Así es el amor.

Hay en el mundo corazones tan duros que pueden resistir los hachazos de la ira, los dientes del encono, y los golpes de orgullo y del rechazo, pero por más severo que sea el corazón de la persona, no podrá resistir los embates del amor; porque el amor es la fuerza más poderosa de este mundo
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