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Cuentos para pensar

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Cuentos para pensar - Página 12 Empty Re: Cuentos para pensar

Mensaje  Paula Jue Feb 13, 2014 6:57 am

HISTORIA DE AQUEL QUE CAVÓ SU FOSA...

Hace mucho tiempo hubo un rey que detestaba las luces por la noche, por lo que decía:
-Dios nos ha dado las estrellas y la luna y en la noche hace desaparecer el sol para que podamos dormir. Y, ¿durmiendo quién necesita luz? Por lo tanto esta misma noche no habrá ninguna luz prendida por el hombre en toda mi ciudad. Y si alguien encendiera una, morirá.
Esa misma noche, cuando oscureció, el rey miró hacia fuera desde una de las ventanas de su palacio y vio que toda la ciudad estaba a oscuras. Llamó a su visir y le ordenó que trajera disfraces diciendo:
-Saldremos a la ciudad y miraremos si alguien ha sido capaz de desobedecer nuestra orden.
Caminaron por todos los lugares y no vieron ninguna luz, pero cuando llegaron a la periferia de la ciudad vieron un débil brillo de luz y se dirigieron hacia él. Descubrieron que provenía de un café y que la luz no era más que una mecha sobre un plato de aceite. El rey y su visir entraron, se sentaron y pidieron café. Un joven se los trajo y era la única persona que había en el lugar.
El rey tomó su café, bebió un vaso de agua y le preguntó al joven:
-¿Te gusta el rey de este país?
El joven respondió:
-Para algunos será suficientemente bueno, pero para nosotros no lo es, y no me gusta.
Entonces el monarca dijo:
-Pienso que el rey es bueno y es el mejor de los gobernantes. Y desde su sabiduría ha prohibido la luz. ¿Cómo es que tienes una luz en tu negocio?
El joven respondió:
-¿Viene alguien a tomar café en la oscuridad? ¿Usted habría encontrado este lugar y estaría aquí ahora tomando café si no hubiera visto la luz? En este lugar nos ganamos la vida mi madre y yo y comeremos con lo que hemos ganado con su café. El rey no piensa en nosotros y no le importamos. Él sólo se sienta en su palacio y hace leyes tontas aconsejado por un malvado visir, cuyo único interés es hacer dinero con la expansión del reino.
El visir llevó la mano a su daga, pero el rey le hizo señas para que no hiciera nada. El muchacho prosiguió:
-Pero no le digan al rey que tengo luz aquí y no le cuenten mis palabras. Recuerden que aquel que cava una fosa para su hermano cae él mismo en ella.
Entonces el rey dijo:
-¿Qué es lo que has dicho?
El joven respondió:
-Dije, que aquel que cava una fosa para su hermano, cae él mismo en ella.
El rey quedó muy complacido con las palabras del muchacho, entonces le dijo:
-Sabes que yo soy el mismo rey y él es el visir. Te perdono por la luz dado que la necesitas para tu café. Y te perdono tus palabras dado que has dicho lo que estaba en tu corazón. Y como los reyes estamos necesitados de consejos sabios, vendrás todos los días a verme a mi corte y me dirás este mismo sabio consejo y yo te premiaré dándote oro.
El joven quedó muy complacido con las palabras del rey, pero el visir no, porque pensó que este joven volvería contra él el favor del rey. Todos los días el joven iba al palacio y decía esas palabras al rey y el rey lo premiaba con oro. Al rey le gustaba el joven y le concedió un manto de honor , tierras y riquezas.
Pero un día el visir se presentó delante del rey y le dijo:
-¡Oh!, mi maestro, hay algo que no me gustaría hablar.
-¿Qué es?, -preguntó el Rey.
El Visir contestó:
-El joven que viene a verte todos los días me habló diciendo; dile al rey que un olor feo sale de su boca, tiene un aliento horrible. Dile por favor que vuelva su cabeza cuando me hable para que no me enferme con semejante olor.
El rey se puso negro de furia y dijo:
-¡Qué vuelva la cabeza! Yo soy el rey y prefiero cortar cabezas. ¡Envíamelo!
Entonces el visir fue a buscar al joven y le dijo:
-El rey reclama tu presencia. Y me pidió que te dijera que un olor muy feo sale de tu boca. Por lo que es mejor que te cubras el rostro con tu manto cuando entres y vuelvas tu cabeza cuando hables.
Y el joven fue al rey y lo saludó. Se cubrió el rostro con su manto y desvió hacia un lado su rostro. Esto hizo que el rey se encolerizara y concibió cortarle la cabeza, cuando vio que el joven se volvía hacia un lado.
El rey le dijo al joven:
-Tengo la intención de hacerte el más feliz de todos mis súbditos. Entonces cogió papel y pluma y escribió una carta al capitán de la guardia del tesoro, la selló para que no pudiera ser abierta y se la entregó al joven diciéndole:
-Esto es una orden para que el capitán de la guardia del tesoro pague al portador la suma de cien mil dinares de oro. Ve y toma tu oro.
El visir se fue detrás del joven y había oído las palabras del Rey, sin saber cual era su plan, pensó:
-Mi plan ha fallado dado que le rey debe amar a este joven y no se ha enfurecido por su insulto. Ahora este joven será el más rico del país. Y empezó a pensar en la peor villanía posible. El no sabía que el rey había escrito “corte la cabeza al portador de esta carta”. Por lo que el visir fue detrás del joven y le dijo:
-Felicidades por tu buena suerte y te propongo ahora que eres rico me permitas ser tu sirviente. Seguro que los tesoros te engañaran, porque ¿sabes acaso contar semejante suma de oro? Por lo que dame tu carta y yo cobraré el dinero y te lo llevaré a tu casa con mis propios sirvientes.
El joven que era confiado le dio la carta y se fue a su casa a esperar al visir. El visir fue a al capitán del tesoro, le dio la carta éste la abrió y la leyó, al momento mandó a sus soldados que lo detuvieron y a pesar de sus gritos le cortaron la cabeza con una espada.
El rey que esperaba a su visir, al ver que no llegaba, mandó buscarle y así supo lo que había pasado. Quedó estupefacto por la noticia sin comprender qué había sucedido, de modo que mandó llamar al joven para le explicara. El joven le contó todo lo concerniente al visir y agregó:
-Vuestro aliento es dulce, pero el visir me dijo que mi aliento era pestilente.
El Rey complacido premió al joven y le convirtió en su visir de confianza en lugar de aquel que había cavado su fosa.
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Mensaje  Paula Vie Feb 14, 2014 2:33 am

Cuando me volví una anciana invisible...

Ya no sé en que fecha estamos. En casa no hay calendarios y en mi memoria los hechos están hechos una maraña. Me acuerdo de aquellos calendarios grandes, unos primores, ilustrados con imágenes de los santos que colgábamos al lado del tocador. Ya no hay nada de eso. Todas las cosas antiguas han ido desapareciendo. Y yo también me fui borrando sin que nadie se diera cuenta.

Primero me cambiaron de alcoba, pues la familia creció. Después me pasaron a otra más pequeña aun acompañada de mis biznietas. Ahora ocupo el desván, el que esta en el patio de atrás. Prometieron cambiarle el vidrio roto de la ventana, pero se les olvido, y todas las noches por allí se cuela un airecito helado que aumenta mis dolores reumáticos.

Desde hace mucho tiempo tenia intención de escribir, pero me pasaba semanas buscando un lápiz. Y cuando al fin lo encontraba, yo misma volvía a olvidar donde lo había puesto. A mis años las cosas se pierden fácilmente: claro, no es una enfermedad de ellas, de las cosas, porque estoy segura de tenerlas, pero siempre se desaparecen.

La otra tarde caí en cuenta que mi voz también ha desaparecido. Cuando les hablo a mis nietos o a mis hijos no me contestan. Todos hablan sin mirarme, como si yo no estuviera con ellos, escuchando atenta lo que dicen. A veces intervengo en la conversación, segura de que lo que voy a decirles no se le ha ocurrido a ninguno, y de que les va a servir de mucho mis consejos. Pero no me oyen, no me miran, no me responden. Entonces llena de tristeza me retiro a mi cuarto antes de terminar de tomar mi taza de café. Lo hago asi, de pronto, para que comprendan que estoy enojada, para que se den cuenta que me han ofendido y vengan a buscarme y me pidan perdón….Pero nadie viene.

El otro día les dije que cuando me muera entonces sí me iban a extrañar. Mi nieto mas pequeño dijo "¿Estás viva abuela? ". Les cayó tan en gracia, que no paraban de reír. Tres días estuve llorando en mi cuarto, hasta que una mañana entro uno de los muchachos a sacar unas llantas viejas y ni los buenos días me dio. Fue entonces cuando me convencí de que soy invisible, me paro en medio de la sala para ver si aunque sea puedo ser un estorbo o que me miren, pero mi hija sigue barriendo sin tocarme, los niños corren a mi alrededor, de uno a otro lado, sin tropezarse conmigo.

Cuando mi yerno se enfermó, pensé tener la oportunidad de serle útil, le lleve un té especial que yo misma prepare. Se lo puse en la mesita y me senté a esperar que se lo tomara, solo que estaba viendo televisión y ni un parpadeo me indicó que se daba cuenta de mi presencia. El té poco a poco se fue enfriando……y mi corazón con él.

Un día se alborotaron los niños, y vinieron a decirme que al día siguiente nos iríamos todos al campo. Me puse muy contenta. ¡Hacia tanto tiempo que no salía y menos al campo!.

El sábado fui la primera en levantarme. Quise arreglar las cosas con calma. Los viejos tardamos mucho en hacer cualquier cosa, asi que me tomé mi tiempo para no retrasarlos. Al rato entraban y salían de la casa corriendo y echaban las bolsas y juguetes al auto.

o ya estaba lista y muy alegre, me paré en el zaguán a esperarlos. Cuando arrancaron y el auto desapareció envuelto en bullicio, comprendí que yo no estaba invitada, tal vez porque no cabía en el auto. O porque mis pasos tan lentos impedirían que todos los demás corretearan a su gusto por el bosque. Sentí clarito como mi corazón se encogía, la barbilla me temblaba como cuando uno se aguanta las ganas de llorar.

Yo los entiendo, ellos sí hacen cosas importantes. Ríen, gritan, sueñan, lloran, se abrazan, se besan. Y yo... ya no sé del sabor de los besos. Antes besuqueaba a los chiquitos, era un gusto enorme que me daba tenerlos en mis brazos, como si fueran míos. Sentía su piel tiernita y su respiración dulzona muy cerca de mí. La vida nueva se me metía como un soplo y hasta me daba por cantar canciones de cuna que nunca creí recordar.

Pero un día mi nieta, que acababa de tener un bebé dijo que no era bueno que los ancianos besaran a los niños, por cuestiones de salud. Desde entonces ya no me acerqué más a ellos, no fuera que les pasara algo malo por mis imprudencias. ¡Tengo tanto miedo de contagiarlos!

Yo los bendigo a todos y los perdono, porque..... ¿Que culpa tiene los pobres de que yo me haya vuelto invisible?....
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Mensaje  Paula Vie Feb 14, 2014 3:00 am

NO DEJEMOS QUE NADIE NOS ROBE NUESTROS SUEÑOS

Ante un grupo de niños un hombre narró la siguiente historia:

Había una vez un muchacho quien era hijo de un entrenador de caballos.

El padre del muchacho era pobre y contaba con apenas unos pocos recursos para mantener a su familia y mandar al muchacho a la escuela. Una mañana en la escuela, estando el muchacho en la clase, el profesor le pidió a los alumnos que escribieran la meta que quisieran alcanzar para cuando fueran adultos.

El joven escribió una composición de siete páginas esa noche en la que describía su meta.

Escribió su sueño con mucho detalle y hasta dibujó un plano de todo el proyecto: el rancho, las pesebreras, la ganadería, el terreno y la casa en la que quería vivir; en fin, puso todo su corazón en el proyecto y al día siguiente lo entregó al profesor.

Dos días más tarde, recibió de vuelta su trabajo reprobado, y con una nota que decía: "venga a verme después de clases". El chico del sueño fue a ver a su profesor y le preguntó ¿por qué me reprobó?

El profesor le dijo: "es un sueño poco realista para un chico como tú. No tienes recursos; vienes de una familia pobre.

Para tener lo que quieres hacen falta muchas cosas y además mucho dinero.

Tienes que comprar el terreno, pagar por la cría original y después tendrás muchos gastos de mantenimiento.

No podrías hacerlo de ninguna manera. A continuación el profesor agregó:

si vuelves a hacer el trabajo con objetivos más realistas, reconsideraré tu nota".

El chico volvió a su casa y pensó mucho. También le preguntó a su padre qué debía hacer.

Éste le respondió: "mira hijo, tienes que decidir por ti mismo; de todos modos, creo que es una decisión importante para ti, ¿cierto?"

Finalmente después de reflexionar durante una semana, el chico entregó el mismo trabajo, sin hacer cambio alguno.

Le dijo al profesor: "usted puede quedarse con mi mala nota, yo me quedaré con mi sueño".

Al concluir el hombre miró a los niños y les dijo: "les cuento esta historia porque es mi historia.

Aquí estamos en medio de la casa de mis sueños, dentro del rancho que me propuse conseguir por que esa era la meta de mi vida. Aún conservo aquella tarea del colegio enmarcada sobre la chimenea".

Luego agregó: "lo mejor de la historia es que hace dos años, ese mismo profesor trajo a treinta chicos a visitar mi rancho.

Y al irse el profesor me dijo: 'mira, ahora puedo decírtelo.

Cuando era tu profesor, era una especie de ladrón de sueños.

Durante esos años, le robé un montón de sueños a los niños.

Por suerte tuviste la suficiente fortaleza para no abandonar el tuyo'."

"Usted puede quedarse con mi mala nota, yo me quedaré con mi sueño"

No dejemos que nadie nos robe nuestros sueños.
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Mensaje  Paula Mar Mar 18, 2014 4:19 am

Cuando me volví una anciana invisible...

Ya no sé en que fecha estamos. En casa no hay calendarios y en mi memoria los hechos están hechos una maraña. Me acuerdo de aquellos calendarios grandes, unos primores, ilustrados con imágenes de los santos que colgábamos al lado del tocador. Ya no hay nada de eso. Todas las cosas antiguas han ido desapareciendo. Y yo también me fui borrando sin que nadie se diera cuenta.

Primero me cambiaron de alcoba, pues la familia creció. Después me pasaron a otra más pequeña aun acompañada de mis biznietas. Ahora ocupo el desván, el que esta en el patio de atrás. Prometieron cambiarle el vidrio roto de la ventana, pero se les olvido, y todas las noches por allí se cuela un airecito helado que aumenta mis dolores reumáticos.

Desde hace mucho tiempo tenia intención de escribir, pero me pasaba semanas buscando un lápiz. Y cuando al fin lo encontraba, yo misma volvía a olvidar donde lo había puesto. A mis años las cosas se pierden fácilmente: claro, no es una enfermedad de ellas, de las cosas, porque estoy segura de tenerlas, pero siempre se desaparecen.

La otra tarde caí en cuenta que mi voz también ha desaparecido. Cuando les hablo a mis nietos o a mis hijos no me contestan. Todos hablan sin mirarme, como si yo no estuviera con ellos, escuchando atenta lo que dicen. A veces intervengo en la conversación, segura de que lo que voy a decirles no se le ha ocurrido a ninguno, y de que les va a servir de mucho mis consejos. Pero no me oyen, no me miran, no me responden. Entonces llena de tristeza me retiro a mi cuarto antes de terminar de tomar mi taza de café. Lo hago asi, de pronto, para que comprendan que estoy enojada, para que se den cuenta que me han ofendido y vengan a buscarme y me pidan perdón….Pero nadie viene.

El otro día les dije que cuando me muera entonces sí me iban a extrañar. Mi nieto mas pequeño dijo "¿Estás viva abuela? ". Les cayó tan en gracia, que no paraban de reír. Tres días estuve llorando en mi cuarto, hasta que una mañana entro uno de los muchachos a sacar unas llantas viejas y ni los buenos días me dio. Fue entonces cuando me convencí de que soy invisible, me paro en medio de la sala para ver si aunque sea puedo ser un estorbo o que me miren, pero mi hija sigue barriendo sin tocarme, los niños corren a mi alrededor, de uno a otro lado, sin tropezarse conmigo.

Cuando mi yerno se enfermó, pensé tener la oportunidad de serle útil, le lleve un té especial que yo misma prepare. Se lo puse en la mesita y me senté a esperar que se lo tomara, solo que estaba viendo televisión y ni un parpadeo me indicó que se daba cuenta de mi presencia. El té poco a poco se fue enfriando……y mi corazón con él.

Un día se alborotaron los niños, y vinieron a decirme que al día siguiente nos iríamos todos al campo. Me puse muy contenta. ¡Hacia tanto tiempo que no salía y menos al campo!.

El sábado fui la primera en levantarme. Quise arreglar las cosas con calma. Los viejos tardamos mucho en hacer cualquier cosa, asi que me tomé mi tiempo para no retrasarlos. Al rato entraban y salían de la casa corriendo y echaban las bolsas y juguetes al auto.

o ya estaba lista y muy alegre, me paré en el zaguán a esperarlos. Cuando arrancaron y el auto desapareció envuelto en bullicio, comprendí que yo no estaba invitada, tal vez porque no cabía en el auto. O porque mis pasos tan lentos impedirían que todos los demás corretearan a su gusto por el bosque. Sentí clarito como mi corazón se encogía, la barbilla me temblaba como cuando uno se aguanta las ganas de llorar.

Yo los entiendo, ellos sí hacen cosas importantes. Ríen, gritan, sueñan, lloran, se abrazan, se besan. Y yo... ya no sé del sabor de los besos. Antes besuqueaba a los chiquitos, era un gusto enorme que me daba tenerlos en mis brazos, como si fueran míos. Sentía su piel tiernita y su respiración dulzona muy cerca de mí. La vida nueva se me metía como un soplo y hasta me daba por cantar canciones de cuna que nunca creí recordar.

Pero un día mi nieta, que acababa de tener un bebé dijo que no era bueno que los ancianos besaran a los niños, por cuestiones de salud. Desde entonces ya no me acerqué más a ellos, no fuera que les pasara algo malo por mis imprudencias. ¡Tengo tanto miedo de contagiarlos!

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Mensaje  Paula Mar Mar 18, 2014 4:19 am

El valor de la amistad

Un día discutían un grupo de sabios sobre cuál era el hombre más generoso de la aldea. Los debates se prolongaron varios días, y al final quedaron sólo 3 candidatos.

Como los partidarios de las 3 candidatos no se ponían de acuerdo decidieron crear una prueba eliminatoria para decidir quién era de los 3 el hombre más generoso.

Para ello decidieron enviar a cada uno de los 3 candidatos finalistas un mensaje que contendría el siguiente texto:
“Tu amigo Wais se encuentra en un gran apuro. Te ruega que le ayudes con bienes materiales".

Así pues se acordó que el mensajero entregaría el mismo mensaje a cada uno de los 3 finalistas y que volvería con la respuesta que le habían dado los 3 hombres.

El Primer Hombre Generoso, al recibir el mensaje, le dijo al mensajero:

” No me molestes con estas pequeñeces. Coge todo lo que quieras y dáselo a mi amigo Wais”

Y así hizo. El mensajero volvió al grupo de sabios reunidos y transmitió su mensaje. Estos pensaron que no podía haber hombre más generoso, y a la vez altivo.

El mensajero salió hacia la casa del Segundo Hombre Generoso y al llegar a casa de éste, su criado le dijo:

” Mi señor es muy arrogante, no puedo molestarle con estas cosas pero me ha dicho que te lleves todo lo que tiene e incluso una hipoteca sobre sus bienes”.

Y así volvió el mensajero de nuevo al consejo de sabios para transmitir la respuesta al mensaje. Los sabios, al escuchar su respuesta, pensaron que probablemente éste sería el hombre más generoso de todos.

El mensajero partió a la casa del Tercer Hombre Generoso para entregarle el mensaje.

“Empaqueta todas mis cosas y lleva esta nota al prestamista para que liquide todas mis pertenecias. Y cuando hayas acabado vuelve de nuevo para esperar algo que te dará una persona de mi parte”, le dijo el Tercer Hombre Generoso al mensajero.

Cuando el mensajero volvió, una vez acabadas todas las gestiones que el Tercer Hombre Generoso le había encomendado, se encontró en la puerta con una persona que le djo:

“Si tu eres el mensajero de Wais, tengo que entregarte el importe de un esclavo que se acaba de vender en el mercado de esclavos”.

Ese esclavo era el Tercer Hombre Generoso.


Cuento adaptado del publicado en el libro “Cuentos sufís” por Omar Kurdi y Pedro Palao
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Mensaje  Paula Mar Mar 18, 2014 4:20 am

Verdad y Mentira

Una vez Verdad y Mentira se encontraron en el camino.

-Buenas tardes dijo Verdad.

-Buenas tardes respondió Mentira-. ¿Cómo te va últimamente?

-Me temo que no muy bien suspiró Verdad-. Son tiempos difíciles para alguien como yo.

-Sí, ya veo dijo Mentira, echando una ojeada a las ropas harapientas de Verdad-. Parece que hace tiempo que no pruebas bocado.

-A decir verdad, así es admitió Verdad-. Nadie quiere emplearme hoy en día. Dondequiera que voy, la mayoría de la gente me ignora o se burla de mí. Es desalentador, te lo aseguro. Empiezo a preguntarme por qué lo soporto.

-Exactamente, ¿por qué? Ven conmigo, y yo te mostraré cómo llevarte bien. No hay motivos para que no puedas comer opíparamente, como yo, y vestir la mejor ropa, como yo. Pero debes prometer que no dirás una palabra contra mí mientras estemos juntos.

Verdad hizo esa promesa y convino en llevarse bien con Mentira por un tiempo, no tanto porque le gustara su compañía sino porque tenía tanta hambre que desfallecería si no comía nada. Anduvieron por el camino hasta llegar a una ciudad, y Mentira lo condujo hasta la mejor mesa del mejor restaurante.

-Camarero, queremos las mejores carnes, las golosinas más dulces, el mejor vino pidió, y comieron y bebieron toda la tarde. Al fin, cuando ya no pudo comer más, Mentira se puso a golpear la mesa llamando al gerente, que acudió a la carrera.

-¿Qué clase de lugar es éste? protestó Mentira-. Hace una hora que le di a ese camarero una pieza de oro, y todavía no nos ha traído el cambio.

El gerente llamó al camarero, quien dijo que ese caballero no le había dado un solo céntimo.

-¿Qué? gritó Mentira, llamando la atención de todos los presentes-. ¡Este lugar es increíble! ¡Vienen a comer ciudadanos inocentes y respetuosos de la ley, y ustedes los despojan del dinero que han ganado con tanto esfuerzo! Son un hato de ladrones y mentirosos! ¡Me habrán engañado una vez, pero nunca más me verán de nuevo! Tenga!

“Le arrojó una pieza de oro al gerente-. ¡Pero esta vez tráigame el cambio!

Pero el gerente, temiendo por la reputación de su establecimiento, se negó a aceptar la pieza de oro, y en cambio le llevó a Mentira el cambio de la primera moneda que él afirmaba haber dado. Luego llevó al camarero aparte, y lo acusó de pillastre, y amenazó con despedirlo. Y por mucho que el camarero insistía en que ese hombre no le había dado un céntimo, el gerente se negaba a creerle.

-Ay, Verdad, ¿dónde te has escondido? suspiró el camarero-. ¿Has abandonado a los trabajadores?

-No, estoy aquí gruñó Verdad para sus adentros-, pero el hambre me nubló el juicio, y ahora no puedo hablar sin romper la promesa que hice a Mentira.

En cuanto estuvieron en la calle, Mentira soltó una risotada y palmeó a Verdad en la espalda.

-¿Ves cómo funciona el mundo? Me las apañé muy bien, ¿no crees?

Pero Verdad se alejó de su compañero.

-Prefiero morirme de hambre a vivir como tú “dijo.

Y así Verdad y Mentira siguieron cada cual su camino, y nunca más viajaron juntos.
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